Hoy, 27 de septiembre, se celebra el Día Mundial del Turismo. Y aunque (a casi todos) nos encanta viajar en persona, también viene bien recordar que podemos ser una especie de turistas de otra forma: leyendo libros. Así que vamos a recordar unas cuantas reseñas que tienen que ver con viajar o con el turismo…

Donde el lugar es otro protagonista
Muchas novelas transcurren en lugares específicos, pero no siempre tienen gran importancia en la trama o apenas aparecen descritos. En estos libros, en cambio, las ciudades o regiones son muy importantes para el desarrollo de la historia.
Por ejemplo, para conocer el Londres victoriano podemos viajar de la mano de Terry Pratchett en Perillán. O el Londres más actual, con NW London de Zadie Smith.
También podemos visitar la Barcelona medieval con Los herederos de la tierra, de Ildefonso Falcones, o más actual, con El laberinto de los espíritus, de Carlos Ruiz Zafón.
Para conocer la Bretaña francesa tenemos las novelas de Jean-Luc Bannalec, como Un crimen bretón (con un repaso de la gastronomía, cultura, paisajes…). Y en el caso de Mallorca, también podemos encontrar mucha información en Pan de limón con semillas de amapola, de Cristina Campos.
Si nos interesan lugares un poco más lejanos, podemos conocer Estambul de la mano de Orhan Pamuk, por ejemplo en Una sensación extraña. O la Vieja y la Nueva Dehli, con Arundhati Roy y El ministerio de la felicidad suprema.
Las ciudades pueden ayudar al misterio. Como es el caso de El silencio de la ciudad blanca, de Eva G.ª Sáenz de Urturi, en Vitoria, o El círculo del Alba, de Luisa Ferro, en Madrid.
A veces la historia sucede en varios lugares, como en La ciudad de la lluvia, de Alfonso del Río, donde transcurre entre Bilbao y Berlín. O en Puerto escondido, de María Oruña, en varias localidades de Cantabria.
Otras veces una trama con más o menos misterio cuenta parte de la evolución de la ciudad. Como ocurre en Niebla en Tánger, de Cristina López Barrio, y en Las culpas de Midas, de Pieter Aspe. En este último libro lo más curioso es el efecto que tiene el turismo en la ciudad de Brujas.
Y por último dos novelas históricas, para viajar también en el tiempo. El abogado de pobres, de Juan Pedro Cosano, en Jerez de la Frontera en 1752. Y La casa de las miniaturas, de Jessie Burton, para conocer Ámsterdam en 1686.
Libros sobre viajes
En este caso los libros narran viajes, ya sean realizados por los propios autores, o por los personajes. Algunos de ellos son un buen reflejo de cómo desplazarnos nos puede ayudar a hacer un viaje interior y a conocernos mejor.
Charles Dickens dejó constancia en Estampas de Italia de sus visitas a varias ciudades italianas. Y Espido Freire narró su viaje a los lugares de Inglaterra en los que residieron las Brontë y Jane Austen en Querida Jane, Querida Charlotte.
Los viajes se pueden hacer a sitios ya conocidos, como regresar a tu pueblo natal por un entierro, que es lo que pasa en Tierra de campos, de David Trueba. O a un lugar desconocido, para saber qué le pasó a un ser querido en ese lugar, como en El vergel, de Josefina Aldecoa.
También pueden hacerse por intentar ayudar a alguien, como en El insólito peregrinaje de Harold Fry, de Rachel Joyce; o por razones mucho más egoístas, como en Los caballeros las prefieren rubias, de Anita Loos.
Viajes inspiradores
En Vacaciones literarias hemos ido publicando varias entradas, para recorrer los lugares que inspiraron a algunos autores:
Islas Galápagos y Herman Melville
La Riviera inglesa y Agatha Christie
Santorini, Sartre y Simone de Beauvoir