Animales en libros (de ficción)

Hoy, 4 de octubre, se celebra el Día de los Animales (es el día de San Francisco de Asís, que era capaz de hablar con ellos, según dicen). Mi primera idea fue hacer una recopilación de reseñas de libros en los que los animales tienen un cierto protagonismo. Pero al final se ha convertido en un Cajón de sastre, para profundizar un poco más en qué tipos de libros (de ficción) aparecen animales, dividiéndolos en una especie de categorías.

Ilustraciones de varios animales salvajes
Ilustraciones de varios animales salvajes, para una serie de libros infantiles (en inglés). Fuente: Print & Pattern.

Amor por los animales

A mí me encantan los animales, aunque tengo que reconocer que en los libros no los echo tanto de menos, probablemente porque ya me acompañan en mi vida diaria. Pero fijándome bien, me parece que es poco frecuente que aparezcan en las novelas, por lo menos en las que suelo leer. Y lo creo porque me hace ilusión cuando algún personaje tiene un perro o un gato al que quieren, y pocas veces me pasa. Bueno, después de escribir la entrada We ♥ Gatos, creo que está claro que me hace mucha más ilusión y me siento más identificada cuando tienen un gato o gata.

Normalmente que tengan uno hace que me gusten más los personajes, como en La mujer del camarote 10, de Ruth Ware, o La mujer de la libreta roja, de Antoine Laurain. Aunque en algunos casos, como en Morir no es lo que más duele, de Inés Plana, a uno de los protagonistas casi lo único que le salvaba (de resultarme muy odioso) era su amor casi instantáneo por una gata.

En algunas novelas las relaciones con las mascotas son maravillosas, no hay ningún problema con ellas. Puede ser porque estén muy bien educadas y sean la compañía perfecta, como el perro en La niña del faro, de Jeanette Winterson. Y en otros casos puede que tengan alguna especie de “poder” para arreglar problemas, como sucede con la gata de La tienda de los recuerdos perdidos, de Anjali Banerjee. Este libro también podría estar incluido en el apartado de Animales humanizados (más abajo).

A veces las relaciones con los animales son un poco complicadas, no siempre va a tratarse de un amor incondicional. Eso es lo que pasa en La huella de un beso, de Daniel Glattauer, donde el perro tiene mucho protagonismo, y es un engorro para el protagonista, sobre todo al principio. O en Basta con vivir, de Carmen Amoraga. En este libro el perro es bastante secundario, y claramente el conflicto lo tiene la dueña, por sus problemas para relacionarse, ya sea con personas o con animales (e igual podría tenerlos con plantas).

A veces aparecen animales que son más o menos domésticos, pero no son las típicas mascotas. Y pueden tener una gran importancia, como es el caso de las carpas en La Oficina de Estanques y Jardines, de Didier Decoin. O solo aparecer como parte de la vida cotidiana y normal (frente a los asesinatos que se están cometiendo), como en Arderás en la tormenta, de John Verdon, con las gallinas. Y también es bastante frecuente que en novelas clásicas, como en Los habitantes del bosque, de Thomas Hardy, aparezcan caballos como medio de transporte.

Los habitantes del bosque - Thomas Hardy

Animales humanizados

En los libros infantiles sí que es muy frecuente encontrar animales, aunque casi siempre tienen características humanas, como ser capaces de hablar o llevar ropa. Por ejemplo, uno de mis libros favoritos en la infancia, ¡Julieta, estate quieta!, de Rosemary Wells. La protagonista podría haber sido una niña, pero es una linda ratoncita (o ratita, no estoy segura). O en Calvin no sabe volar, de Jennifer Berne, donde Calvin es un pájaro que no ha aprendido a volar porque prefiere dedicarse a la lectura.

Pero eso de que los animales hablen, piensen o sientan de forma parecida a los seres humanos no es exclusivo de los libros infantiles. Existen otros ejemplos, como Firmin, de Sam Savage, un libro sobre una rata con hambre de conocimientos y de libros. O Las ovejas de Glenkill, de Leonie Swann, en el que un rebaño de ovejas, con su peculiar forma de pensar, resuelven el asesinato de su pastor. Con este tipo de libros es bastante probable acabar mirando de otra forma a los animales.

Crueldad hacia los animales

Como es algo que existe en la realidad, por supuesto también acaba reflejado en algunos libros. Y a mí en general el maltrato hacia los animales me hace sentirme bastante mal incluso leyendo (si lo veo es peor, claro). Podemos encontrar varios libros en los que los psicópatas también matan animales, como pasa en La huella del pájaro, de Max Bentow. O sufrir con los protagonistas por lo que les pase o pueda llegar a pasar a sus mascotas, como ocurre en La casa de las miniaturas, de Jessie Burton, o en Reina roja, de Juan Gómez-Jurado.

Reina roja - Juan Gómez-Jurado

También nos podemos encontrar libros en los que se habla de animales salvajes, que se acercan a las poblaciones y son temidos por el daño que pueden hacer. Y normalmente la única solución parece ser matarlos. Pero aun así, se puede escribir tratando de ponerse en el lugar de la «bestia», como en el caso de Matemos al tío, de Rohan O’Grady, donde aparece un puma perseguido. O se puede tratar al animal como un ser casi infernal, que tiene que ser aniquilado, como en El tigre, de Joël Dicker.

Animales en los títulos

En algunos libros puede existir alguna confusión, porque el título que tienen hace referencia a algún tipo de animal, pero luego no aparecen en la trama, como en El misterio de las cabras y las ovejas, de Joanna Cannon. Porque no aparecen ni cabras ni ovejas, hace referencia a un pasaje bíblico. En el caso de Reino de fieras, de Gin Philips, aunque sí que aparecen animales, porque la acción transcurre en un zoo, con lo de fieras más bien se refiere a los seres humanos…

También podemos encontrar libros que llevan el nombre de algún animal, pero porque se trata del apodo o alias de una persona, y frecuentemente se ponen porque son personas peligrosas, o porque su forma de ser o su aspecto físico no gusta. Es decir, por algo malo. Es el caso de El Tigre en la niebla, de Margery Allingham, haciendo referencia a un delincuente despiadado, y el de La Fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa, sobre el dictador dominicano Trujillo.

Conclusión

Existen más ejemplos de cada «categoría», por supuesto. Pero creo que podrían escribirse muchos más libros con animales en la trama. Millones de personas tienen animales como mascotas, a las que consideran en muchos casos como de su familia, y probablemente les haría ilusión que en los libros de ficción aparezcan también. Además, dependiendo de cómo se hable de ellos, también podría servir para concienciar. No solo a nivel de no maltratar a perros, gatos y otras mascotas; también para respetar y proteger a los seres vivos, y a la naturaleza en general.

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