Para empezar esta sección de Bendita juventud, empezaré por mi primer libro favorito: ¡Julieta, estate quieta!, de Rosemary Wells. Me lo aprendí de memoria. Y todavía no sabía leer…
Me encantaba ese libro, así que mi madre me lo estuvo leyendo durante un tiempo, el suficiente para que me supiera las frases y a qué imágenes correspondían. Un día una amiga de la guardería vino a casa, le enseñé mi libro favorito y empecé a “leérselo”. Mi madre se quedó muy sorprendida pensando que ya sabía leer, sin saber cómo había podido ocurrir. Pero no, todavía tardaría un poco en leer de verdad.
Todavía hoy me parece muy divertido, por sus rimas y con todas las trastadas que hacía Julieta para llamar la atención, por ser la hija mediana:
¡Pobre Julieta! Nadie la hace caso. Su madre siempre está ocupada con Salustiano, que todavía es un bebé, y su padre ayuda a Flor, la hermana mayor, a hacer los deberes. ¡No es nada fácil ser el mediano de tres hermanos! Y Julieta está a punto de perder la paciencia…
Me he llevado una alegría al saber que todavía se edita, aunque la portada más moderna ha sido un pequeño chasco. Prefiero la de mi infancia…
Y también he descubierto que en inglés (en el original) se llama Nora, está claro que por las rimas (Nora no rima con quieta ni nada parecido).
Me parece un libro muy recomendable, aunque la protagonista sea un trasto no tiene por qué transmitirse a los niños. Yo siempre fui una niña muy buena. Creo.
Julieta no sólo hizo las delicias de mi hija, de mi hijo -nacido doce años después-, sino que también hace las de mi nieta. Y una de las frases de este cuento «qué alegría tan inmensa cuando se abre la despensa!» forma parte del dialecto familiar.
No me extraña, es un libro genial.