Libros, libritos y libracos

Pocos días antes del 23 de abril estuve pensando en el Día del Libro tan raro que íbamos a tener en muchos países este año 2020, por la pandemia que nos ha tocado sufrir, y quería hacer algo especial. Decidí escribir esta entrada, para declarar mi amor por los libros. Y como no me dio tiempo para publicarla el Día del Libro normal, la publico coincidiendo con este pseudo Día del Libro 2020, que se ha pasado al 23 de julio.

Mesas, sillas, sillones y muchos libros, incluso en el techo.
Cafetería en Cracovia, Polonia, con libros casi por todas partes. Fotografía de Mika. Fuente: Unsplash.

Pero, antes de decidir que esta sería una entrada de We ♥, pensé primero en retomar algunas ideas que tengo, que están sin desarrollar, como el futuro de los libros, aunque esa en concreto no me inspiraba casi nada. Y hasta me resultaba deprimente plantearme, aunque fuera por un momento, un mundo sin libros. Después pensé en actualizar o incluso reutilizar la entrada Día del Libro, pero también era bastante triste recordar todo lo que hacíamos o podíamos hacer cuando no estábamos confinados. Otra idea fue hacer un recopilatorio de reseñas sobre libros y el confinamiento, que puede que haga más adelante, pero casi todas las reseñas eran sobre libros de gente en la cárcel o que había salido de ella, y no sobre cómo pasar el tiempo, a ser posible con libros, si no puedes salir (que era mi idea). Y tratar sobre cárceles no me parecía un tema muy adecuado para una fiesta del libro, aunque tenga que ser en casa.

Y de repente, en la madrugada del 20 de abril (o ya 21 de abril), me di cuenta de que no había dedicado ninguna entrada a mi amor por los libros. Mucho amor por la lectura (We ♥ Leer), a librerías, a las celebraciones, a las ferias… O incluso frases sobre qué son los libros o cómo fomentar la lectura. Pero nada dedicado exclusivamente a esos objetos que desde pequeña me fascinaron y sin los que mi vida sería mucho más difícil. El título también tiene su pequeña historia. Poner solo «libros» como título me parecía muy soso, aunque fuera precedido por “We ♥”. Así que me puse a pensar qué más podía poner, y me acordé de que a mí me da igual el tamaño, con tal de que sea un libro. Y también me hace gracia la palabra libraco, aunque suene un poco despectivo.

Mis primeros libros

Mi primer libro fue un regalo de mi tío materno, antes de que yo naciera, y fue un libro en alemán, Der Bär, der ein Bär bleiben wollte («El oso que quería seguir siendo un oso», que al parecer nunca se ha traducido al castellano, y me parece una pena), de Jörg Müller y Jörg Steiner. Me parece que no es la lectura más adecuada para un niño o niña de muy corta edad, porque igual no captan todos los matices (es una historia sobre ser tú mismo), pero se convirtió en un clásico en mi casa. Más adelante mi madre siempre decía, medio en broma, que de ahí venía mi pasión por ellos, porque me dejó «marcada» que mi primer regalo antes de nacer fuera un libro. O como si estuviera “predestinada”. Aunque yo siempre he pensado que mis ganas de leer empezaron por imitación, por ver a mi padre leyendo el periódico (y yo de bebé hacía como que leía El Pequeño País, me encantaba pasar las páginas), y a mi madre, que también leía periódicos y revistas, pero sobre todo libros.

Y, por supuesto, también me leían cuentos y libros infantiles. El que siempre se quedará en mi recuerdo es ¡Julieta, estate quieta!, de Rosemary Wells. Porque me encantaba y me lo aprendí de memoria, y hasta parecía que era capaz de leerlo (pero para saber leer todavía faltaba un poco). Las Obras completas de Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle, también fueron muy importantes. Adoraba esas historias, y con doce o trece años me hice la pregunta de qué (o a quién) salvaría si hubiera un incendio en mi casa. Lo tenía clarísimo: los tres tomos, que venían en un estuche (así sería más fácil llevarme los tres) y a mi gata Cleopatra. Mis padres también me preocupaban si había un incendio, pero los consideraba adultos capaces de salir por sus propios medios. Lo más curioso es que esos libros supuestamente eran de mi padre: yo le regalé el primer tomo y luego él tuvo que comprarse los otros dos. Y probablemente yo influí en que sintiera la necesidad de comprarlos.

Siguientes libros

Con la gran cantidad de libros que tengo, incluidos infantiles, es difícil recordar cómo llegaron a mi casa uno a uno. Mis padres ya tenían una buena biblioteca, pero para mí no eran suficientes. Cuando era pequeña mis padres me los regalaban por mi cumpleaños, Navidad, por la Feria del Libro… A veces tenía que esperar mucho hasta que me los regalaban, como me pasó con El señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien. Fueron solo unos meses, pero se me hizo eterna la espera entre el primer volumen, que leí en verano, y cuando por fin me regalaron los otros dos, en Navidad. Como no era suficiente con los regalados, también hice buen uso de las bibliotecas públicas Y tuve una época de intercambio de libros en el instituto, y así leí libros como Flores en el ático, de V. C. Andrews, que todavía recuerdo por lo impactante que es, y hasta recuerdo quién me lo prestó. Además, la hija de una compañera de trabajo de mi madre me prestó libros de Agatha Christie (y yo a ella, pero menos, porque tenía mejor colección que yo).

Una joven en una librería y luego soltando billetes al aire
La viñeta original de Sarah Andersen es más larga (con la mujer ahorrando al máximo en cualquier otra compra, excepto en la librería), pero estas dos escenas me representan, aunque más como deseo que como realidad. Fuente: Librerías en viñetas, de Revista Babar.

Tuve una fase en la que me puse a comprar libros a cuenta en una librería cerca de mi colegio, así que me sentía como la de la viñeta, hasta que mi madre me cerró el grifo (cómo fue ese momento ya lo conté en la entrada de Edgar Wallace, porque este autor fue el que hizo que me volviera una auténtica consumista). Y luego ya empecé a comprarme yo misma los libros, a veces hasta los de mi cumpleaños, para ahorrarle a mi madre tener que buscarlos. Ahora estoy en una fase en la que recurro más a las bibliotecas, tanto físicas como virtuales, y gasto menos en libros. Bueno, eso hasta que voy a alguna librería o feria del libro, sobre todo si es grande, que entonces parece que no puedo parar de comprar. Y así es imposible terminar de leer todos los que tengo pendientes en casa…

En físico o en digital

Prefiero los libros en papel, por el tacto, poder pasar las páginas, porque me resulta más cómodo para la vista… Y porque puedo usar marcapáginas (que me encantan y por eso publiqué la entrada We ♥ Marcapáginas). Mi casa está llena de libros y siempre tengo la sensación de que las estanterías estarían huérfanas sin ellos… Pero, aunque nunca dejaré los libros en papel, tampoco me importa leer en digital, excepto si es en formato PDF, porque siento que me dejo los ojos en la pantalla y me parece muy incómodo. Y desde que tengo ereader y uso eBiblio (la plataforma de préstamo de contenidos digitales para usuarios con carné de las bibliotecas públicas de España) leo bastante en digital. Pero reconozco que lo que no hago es comprar libros digitales, creo que me sale mi lado más analógico y me da la sensación de que voy a perder esos libros (igual que he perdido fotos o documentos por algún formateo o problema técnico).

Una cosa que suelo hacer es mirar por qué página voy para saber cuánto me falta para terminar el libro (una de mis manías, que ya comenté en Manías nuestras (II)). Y en eso creo que los digitales tienen ventaja, porque indica el porcentaje que queda. Eso también me anima a leer, casi podría describirse como una especie de ansiedad por hacer que aumente el porcentaje, sobre todo al haber pasado del 50%. En libros físicos hago yo la resta, y tengo que mirar en qué página acaba. Y, por mala suerte o directamente porque me puede la tentación, puedo acabar sabiendo qué sucede al final. En los libros electrónicos no me pasa, salvo que tenga que saber el final sí o sí. Pero solo lo he hecho cuando estoy a punto de dejarlo por imposible, por ver si un buen final me anima a continuar con el libro, y casi siempre lo abandono porque no me merece la pena seguir torturándome para llegar a ese final. Así que otra ventaja de los libros digitales, en mi caso, es que me evitan caer en esa mala tentación. Pero no es suficiente para desbancar a un libro con su cubierta, lomo y páginas…

Un libro físico, con "El misterio de Layton Court", de Anthony Berkeley, y mi ereader, con "Muerte en la rectoría", de Michael Innes
Fotografía de agosto de 2019, con uno de los libros físicos que me llevé de vacaciones y mi ereader. Fuente: mi móvil.

Otro problema de los libros físicos es el peso. Y eso lo noto mucho de vacaciones, porque me aterra quedarme sin nada para leer, así que suelo ir bastante cargada. Estaría la opción de comprar, claro, pero prefiero llevarme en exceso y no que me falte lectura. Porque a saber si voy justo a un sitio lo suficientemente inhóspito como para no tener librerías cerca. La solución sería, teóricamente, llevar muchos libros en el ereader, pero nunca me he terminado de fiar de este aparato electrónico. El primero que tuve decidió estropearse justo en vacaciones, y el actual, que es el segundo, a veces me ha dado algún susto. Como en agosto del año pasado, que, terminando Muerte en la rectoría, de Michael Innes, en un momento importante, similar a «y el asesino es…», se quedó colgado. Es una exageración, pero en ese momento me parecieron los peores segundos de mi vida… Con El misterio de Layton Court, de Anthony Berkeley, que leí en formato físico, evidentemente solo un fallo de edición podría haberme dado un disgusto así (o algo peor, pero no quiero angustiarme pensando en los daños que pueden sufrir los libros).

4 respuestas a «Libros, libritos y libracos»

  1. ¡Hola!

    Me encantó tu entrada! una gran forma de celebrar el día del libro! Yo ahora trato de hacer eso que hicieron tus padres contigo con mis dos niñitos pequeños de 2 y 3 años y tengo una biblioteca infantil… que ya quisiera yo para mi jejeje! a ver si lo consigo! BSS!

    1. Ojalá lo consigas, aunque yo creo que siendo una madre lectora ya tienes mucho ganado. Y espero que tus niños disfruten de la lectura, que es lo más importante.

  2. ¡Hola!
    Me ha encantado la entrada, porque nos hablas de cosas que a día de hoy y habiendo leído mucho, no he pensado, por ejemplo en aquellos primeros libros de mi infancia. Recuerdo, ahora al reflexionar, dos en especial. Uno que era sobre una niña que tenía un hermano pequeño y otro de un libro que se enamora de una bibliotecaria (este creo que se llamaba Amor de libro). Sobre la controversia, digital/papel, yo prefiero papel. No hago ascos al digital y menos ahora que cada vez tengo menos espacio, pero es que no hay nada como tocar y oler un libro. =)
    Gracias por enseñarnos un poquito más de ti.
    Un besote!! ^,^!!
    ELEB

    1. Gracias, me alegro de que te haya gustado. Y me has intrigado con ese libro sobre una bibliotecaria, tendré que buscarlo… Te entiendo perfectamente con lo del espacio, yo siempre intento sacar sitio de donde sea antes de deshacerme de ellos (o refrenarme en las compras, claro).

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