Sinopsis
Las hermanas Vanstone descubren, después de una imprevista tragedia familiar, que no son hijas legítimas y que no tienen derecho a heredar. Solas, sin posición, sin fortuna, sin nombre, estas dos «hijas de nadie» se enfrentan a su imprevisto destino. Pero, mientras Norah, la mayor, adopta una actitud resignada, la menor, Magdalen, toma la decisión de recuperar sus derechos y su legado y se embarca en una peligrosa aventura que atenta contra todos los prejuicios sociales. Sin nombre (1862), tal vez la más original y brillante de las novelas de Wilkie Collins, suma el talento para la creación de tramas y personajes a una aguda y crítica reflexión sobre la identidad. Dickens dijo de ella que ofrecía «todas las cualidades que llevaron al éxito a La dama de blanco sin el menor signo de seguir aferrada a ese éxito o de verse arrastrada por él».
¿Por qué me decidí a leerlo?
Por el reto de Todos los clásicos grandes y pequeños de Las inquilinas de Netherfield, porque tenía que leer un «clásico de 400 páginas o más» (nivel 5). Desde hacía tiempo quería leerlo (casi nueve años desde que lo compré) porque es uno de mis autores favoritos, pero lo fui dejando porque con 705 páginas me imponía un poco. Y también me sirvió para el reto #Reto20Pecera de La Pecera de Raquel, para cumplir el objetivo de leer «un libro con más de 20 personajes».
¿Mereció la pena?
Sí, mucho. No sé cómo he tardado tanto en leer este libro, pero más vale tarde que nunca. En el prefacio Wilkie Collins explica que con esta novela quiso innovar, y me pareció maravillosa su forma de estructurarla, con «escenas» y «entreactos». En las escenas es donde se explaya y nos cuenta con detalle todo lo que va pasando, mientras que en los entreactos nos adelanta la trama mediante cartas que se escriben los personajes. Y reconozco que los entreactos eran las partes que más me gustaban, porque le daban mucha agilidad a la historia. Aunque también me gustaban las escenas, sobre todo cuando los personajes desplegaban toda su inteligencia, unos para desarrollar sus planes y otros para impedir que los primeros consigan lo que quieren.
Más que de suspense es una novela de denuncia, sobre el trato que recibían los hijos ilegítimos, agravado si eran mujeres porque ellas tenían mucho más difícil salir adelante. Pero sí que tiene suspense. Aunque en el prefacio el autor indica que solo tiene un enigma y que se resuelve a mitad del libro, a mí me parece que tiene unos cuantos pequeños misterios, aunque los va resolviendo casi enseguida, no espera al final para dar la solución a todo. La única pega que le pondría al autor es una cierta fijación con recalcar, sobre todo al hablar de Magdalen, cuál es un comportamiento esperable de una mujer y cuál no. Pero bueno, se lo disculpo por la época en la que vivió, y porque ha presentado en la novela unos personajes femeninos variados y con mucho protagonismo. Cada una tratando de salir adelante por sus propios medios, sin esperar mucha ayuda de los demás.
Me han gustado absolutamente todos los personajes. Los malos son muy carismáticos, y muy «buenos» en sus maldades. Sobre todo he disfrutado con el duelo entre el capitán Wragge y la señora Lecount. Dos rivales muy inteligentes, con muchos recursos… Aunque tengo que reconocer que Wragge en muchas cosas me resultaba muy desagradable, como en su forma de tratar a su pobre esposa, al final terminé teniéndole algo de simpatía. Más que por él, por los buenos momentos que me hizo pasar con sus elaborados planes y todos sus trucos para salir del paso ante las dificultades. Noel Vanstone me resultaba bastante insufrible, por esa mezcla de ser una persona tan manipulable y al mismo tiempo creerse muy superior a los demás, pero da mucho juego también. A su padre más bien solo le nombran, pero qué persona más rencorosa y desagradable.
Magdalen podría considerarse la protagonista de la novela, porque aparece en muchos momentos de la historia y es la que desencadena la mayoría de las situaciones que suceden después de la injusticia que sufren ella y su hermana. En algunas cosas no la entendía, como cuando pensaba que con lo que había hecho ya no había vuelta atrás ni solución, y en otras lo pasé muy mal por ella, como cuando le rompen el corazón (aunque no sé qué veía en ese, precisamente). Pero, en general, me gustó ella, por su fuerza y su empeño, y sus ganas de intentar hacer justicia. Y también por todos los planes que hace, que cuando fallaban era más bien por su falta de experiencia o porque le entraban remordimientos. Su hermana, Norah, aparece mucho menos, porque no opina lo mismo que su hermana. Cree que lo que tienen que hacer es aceptar lo que ha pasado, seguir adelante con sus vidas y tratar de superar los problemas que surgen por su nueva situación.
El autor aprovecha la novela para tratar varios temas de la época. Nos mete en el mundo de los abogados y los testamentos, del teatro, de los timos, de los líos familiares… También tiene algo de tiempo para el amor. En la historia aparecen varios tipos de amor, aunque justo mi historia favorita es la que menos desarrolla. Me hubiera gustado saber un poco más de ellos dos, y algo menos de, por ejemplo, el insufrible Frank (en esa época también existían los niñatos «buenos para nada», pero que creen que el mundo no les valora como debería). También nos muestra un poco el tema del trabajo doméstico, sobre todo cuando existe una relación bastante personal o familiar con los dueños, como es el caso de la señora Lecount. O de la señorita Garth, que no puede evitar sentirse responsable de sus pupilas, aunque para mi gusto era demasiado estricta y recta. Y también Louisa, que quiere un futuro mejor…
Otros personajes que van apareciendo en la historia son el capitán Kirke, que parece un poco seco y con tendencia a darle muchas vueltas a la cabeza, pero que tiene un fondo muy bueno; George Bartram, que se convirtió en mi debilidad; el almirante Bartram, demasiado preocupado por mantener su palabra, aunque se la haya dado a alguien que no merece la pena; el señor Pendril y el señor Loscombe, dos abogados, uno más recto que el otro, pero que cumplen con lo que esperan sus clientes; el viejo Mazey, un marinero muy leal, pero con un grave problema con la bebida; la señora Wragge, muy sencilla y muy buena, que me daba pena (y a Magdalen también); el padre y la madre de Norah y Magdalen, que guardan algunos secretos… Y así hasta llegar a más de veinte personajes, pero todos muy bien construidos.
¿A quién se lo recomiendo?
A quien quiera leer una novela original en su estructura, con muy buenos personajes, con drama, toques de humor, y con un cierto suspense por no saber si acabará bien o mal para los personajes.
Ritmo de lectura
Un ritmo medio tirando a rápido. Aunque no es una novela con mucho suspense, me tenía bastante enganchada por los pequeños misterios y por querer llegar al desenlace…
¿Leerías algo más del autor?
Por supuesto, y por suerte me quedan unos cuantos que todavía no he leído… (Otras reseñas de libros del autor: El juego del escondite, La hija de Jezabel, Una casa en alquiler (colaboración), Cuentos victorianos de Navidad (un relato) y El cuerpo del delito – Antología (un relato)).