El carbón y la rosa de Concha Méndez

El carbón y la rosa - Concha Méndez

Nota editorial

La obra teatral de Concha Méndez Cuesta es casi desconocida en España. Piezas como El personaje presentido, El ángel cartero o El solitario, entre otras, nunca se han representado en nuestro país y creo que ya es hora de prestar atención a esta poetisa de la Generación del 27, autora de libros magníficos de poemas como Sombras y sueños o Vida y Vida, que dedicó a su esposo, Manuel Altolaguirre.

El carbón y la rosa se editó por primera vez en el año 1935 en la imprenta que fundó en Madrid el matrimonio Altolaguirre. Pertenece al denominado por su autora Teatro Infantil y tuvo una segunda edición en La Habana, en 1942. Esta edición facsímil, número 3 de la colección «El Público» de la Biblioteca del 27 creada por la Fundación, es la tercera y ha sido posible gracias a la ayuda concedida generosamente por Unicaja, Obra Socio-Cultural de Málaga.

Maya Smerdou Altolaguirre

Presidenta de la Fundación Generación del 27

¿Por qué me decidí a leerlo?

Para uno de mis retos de lectura de 2022 tenía que leer en noviembre “una obra de teatro”. Así que me pasé por la sección de Teatro de la biblioteca y me llamó la atención el título. Al leer la nota editorial (porque el libro no tiene sinopsis) y enterarme de que la autora perteneció a la Generación del 27, pero ni me sonaba el nombre, decidí leerlo.

¿Mereció la pena?

Ha estado bien leer esta obra de teatro tan sencilla, pero también bastante imaginativa. Lo primero que me llamó la atención fue que me recordara a El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, por el personaje de la Rosa, el amor que despierta y todo lo que hacen por ella el resto de personajes. Como la historia de Saint-Exupéry es de 1943 y esta obra de 1935, Concha Méndez no se inspiró en esa obra tan famosa. En todo caso sería al revés, aunque me parece poco probable que fuera muy conocida El carbón y la rosa. Ni en su época ni en la actualidad. Otros dos personajes principales son el Carbón, que por las acotaciones debería interpretarlo un niño negro (y eso da pie a que se comente que no debería ser rechazado por su aspecto) y el niño Azul (que riega a la Rosa). También aparecen varios duendes (destacando Coloradín, que es muy buen bailarín), las doncellas de la Rosa, y entre ellas una que es «vieja»… Se llama así, Vieja, y me esperaba más bien “anciana”, lo de vieja parece un poco despectivo, pero igual hace 90 años era más normal. Además, van apareciendo otros personajes, que creo que es mejor descubrirlos al leer, por no estropear las pequeñas sorpresas que depara la historia.

Tiene tres actos y un epílogo, con varios cambios de escenario. E incluso algo que me pareció muy imaginativo, cuando el escenario tiene que estar dividido en dos para ver al mismo tiempo lo que pasa en dos sitios cercanos. Me pareció curiosa la obra porque representa un intento de educar a los niños y niñas en 1935, durante la Segunda República en España. Algunos mensajes, como aceptar al diferente, que lo importante está en el interior, o dar segundas oportunidades, me gustaron. Otros, como que podría ser buena idea llevarse a alguien en contra de su voluntad para ver si cambia de opinión, pues no tanto… Eso sí, lo que me extrañó es que al final no hubiera un cierre en el que alguno de los personajes explicara la moraleja (o moralejas). Creo que más o menos se entienden las enseñanzas, pero pensaba que en este tipo de teatro era frecuente dejar claro qué se puede aprender de lo visto y escuchado. Aunque puede que esté más generalizado en las fábulas, de las que he leído más. Y poco teatro infantil recuerdo, la verdad.

Me ha gustado leer esta edición en concreto, publicada por Ediciones Caballo Griego para la Poesía, porque es una reproducción facsímil de la primera edición de Madrid, Imprenta Manuel Altolaguirre y Concha Méndez. Me recordó a otra pareja, la de Virginia Woolf y su esposo, que tenían una editorial, fundada después de comprarse una pequeña imprenta. Según este artículo, la imprenta de Concha Méndez y su marido en Madrid la compró ella, y la manejaba ella misma en casa porque pesaba tanto que no se podía mover. Y me ha resultado interesante comprobar las diferencias en la ortografía de entonces y de ahora. Las ilustraciones que acompañan la obra son de J. Moreno Villa, que me parecieron pocas, y la que más me llamó la atención es la primera. Representa al Carbón, y también me recuerda un poco al Principito. (El original del Carbón, de José Moreno Villa, se vende por 6000 euros en esta página: Príncipe & Vidaud).

El Principito, dibujado y coloreado por Saint-Exupéry.
El Carbón, dibujado por J. Moreno Villa.

¿A quién se lo recomiendo?

A quien quiera leer una curiosa historia, que es poco probable que se represente actualmente. (En el Lyceum Club Femenino sí que se representó en 1935, pero no sé si hubo más representaciones).

Ritmo de lectura

Muy rápido. Al ser teatro, y con lenguaje bastante sencillo por ir dedicado a público infantil, lo leí en casi nada de tiempo (aunque en dos tandas).

¿Leerías algo más de la autora?

No sé, puede que lea alguna otra obra teatral. Pero creo que sobre todo se dedicaba a la poesía, y casi nunca leo poemas.

4 respuestas a «El carbón y la rosa de Concha Méndez»

  1. Hola, me gustaría leer esta obra, pues soy profesora de teatro, pero no encuentro el libro por ninguna parte y ya estoy desesperada, ¿alguna idea?

    Gracias.

    1. Pues o bien buscar de segunda mano (a mí me sale que en la Casa del Libro se puede conseguir, aunque sale un poco caro) o pedirlo en alguna biblioteca, aunque sea préstamo interbibliotecario. Como la autora murió en 1986 quedan bastantes años antes de que pueda ser de dominio público, pero se puede consultar en bibliotecas sin problema.

      1. Muchas gracias, y disculpa que vuelva a molestar, pero; ¿me podría decir cuantos personajes aparecen? Gracias.

        1. No es ninguna molestia, pero no lo recuerdo exactamente. Creo que serían 3 principales, luego 5 o 6 con cierta importancia, otros 2 que dicen un par de frases… y puede que me olvide de alguno o que no tengan un número determinado. Porque a veces dice «doncellas» o «duendes», pero no especifica el número.

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