El Romance de la doncella guerrera

Otra historia referente a mi etapa en el colegio. En clase nos mandaron aprender un romance del Romancero español, el que quisiéramos, para luego recitarlo en clase. La mayoría eligió El romance del prisionero, el más corto de todos, pero yo no. Elegí El romance de la doncella guerrera porque me gustó la historia.

Doncella leyendo y doncella guerrera
Imagen medieval de una doncella escribiendo, y no sé si imaginando una mujer guerrera. Fuente: blog Edad Media.

Mi mejor amiga (la que compartía mi afición por los detectives) tampoco se conformó con aprenderse el más corto, pero decidió aprenderse el Romance de Doña Alda. A mí esa historia no me interesaba: una mujer esperando la vuelta de su esposo, que nunca regresa. Probablemente era una historia mucho más realista en esa época, pero a mí me gustaba una historia en la que una mujer demostrara su inteligencia (en realidad son dos: la doncella guerrera y la reina).

Podría resumir la historia, pero como es un poco largo, directamente lo transcribo a continuación (con las palabras que yo recuerdo):

Romance de la doncella guerrera

Pregonadas son las guerras de Francia con Aragón,
¡Cómo las haré yo, triste, viejo y cano pecador!
¡No reventarás, condesa, por medio del corazón,
que me diste siete hijas, y entre ellas ningún varón!
Allí habló la más chiquita, en razones la mayor:
—No maldigáis a mi madre, que a la guerra me iré yo;
me daréis las vuestras armas, vuestro caballo trotón.
—Conocerante en los pechos, que asoman bajo el jubón.
—Yo los apretaré, padre, al par de mi corazón.
—Tienes las manos muy blancas, hija, no son de varón.
—Yo les quitaré los guantes para que las queme el sol.
—Conocerante en los ojos, que otros más bellos no son.
—Yo los revolveré, padre, como si fuera un traidor.
Al despedirse de todos, se le olvida lo mejor:
—¿Cómo me he de llamar, padre? —Don Martín el de Aragón.
—Y al entrar en las cortes, padre ¿cómo diré yo?
—Besoos la mano, buen rey, las cortes las guarde Dios.
Dos años anduvo en guerra y nadie la conoció
sino fue el hijo del rey que de sus ojos se prendó.
—Herido vengo, mi madre, de amores me muero yo;
los ojos de Don Martín son de mujer, de hombre no.
—Convídalo tú, mi hijo, a las tiendas a feriar,
si Don Martín es mujer, las galas ha de mirar.
Don Martín como discreto, a mirar las armas va:
—¡Oh, qué rico puñal este, para con moros pelear!
—Herido vengo, mi madre, amores me han de matar,
los ojos de Don Martín roban el alma al mirar.
—Llévalo tú, hijo mío, a la huerta a solazar;
si Don Martín es mujer, a los almendros irá.
Don Martín deja las flores, una vara va a cortar:
—¡Oh, qué varita de fresno para el caballo arrear!
—Hijo, arrójale al regazo tus anillos al jugar:
si Don Martín es varón, las rodillas juntará;
pero si las separase, por mujer se mostrará.
Don Martín muy avisado hubiéralas de juntar.
—Herido vengo, mi madre, amores me han de matar;
los ojos de Don Martín nunca los puedo olvidar.
—Convídalo tú, mi hijo, en los baños a nadar.
Todos se están desnudando, Don Martín muy triste está:
—Cartas me fueron venidas, cartas de muy gran pesar,
que se halla el conde mi padre enfermo para finar.
Licencia le pido al rey para irle a visitar.
—Don Martín, esa licencia no te la puedo negar.
Ensilla el caballo blanco, de un salto en él va a montar;
por unas vegas arriba corre como un gavilán:
—¡Adiós, adiós, al buen rey, y tu palacio real;
que dos años te sirvió una doncella leal!
Óyela el hijo del rey, tras ella fue a cabalgar.
—Corre, corre, hijo del rey que no me habrás de alcanzar
hasta en casa de mi padre si quieres irme a buscar.
Campanitas de mi iglesia, ya os oigo repicar;
puentecito, puentecito del río de mi lugar,
una vez te pasé virgen, virgen te vuelvo a pasar.
Abra las puertas, mi padre, ábralas de par en par.
Madre, sáqueme la rueca que traigo ganas de hilar,
que las armas y el caballo bien los supe manejar.
Tras ella el hijo del rey a la puerta fue a llamar.

El Romance de la doncella guerrera además me parece una historia divertida, sobre todo si lo declamas en voz alta y variando según el personaje que habla. Ellas están seguras de sí mismas, y ellos, sobre todo el príncipe, quejándose.  También la consideraba una historia romántica, pero ahora la veo de forma distinta. Más parece un encaprichamiento por unos ojos bonitos y poco más. Y además no sabemos la opinión de ella, que igual al final podría no querer nada con él. Es lo que tienen los finales abiertos, que puede ser que ella le acepte o que finja que ni le conoce.

Al tratarse de una historia transmitida oralmente, como todos los romances, es difícil saber cuál es la versión correcta y los textos que se pueden encontrar varían, en los libros y en internet. Y además algunos están adaptados a los nuevos tiempos, como una versión más políticamente correcta, en la que, por ejemplo, el padre no le echa la culpa a su esposa por no tener hijos varones, y no se trata el tema de la virginidad. También existe una versión más corta y en Sevilla, en la que ella quiere luchar, no lo hace por su padre como en el que yo me aprendí.

Y de tanto oír en clase el Romance del prisionero, acabé aprendiéndomelo y me lo sé mucho mejor que el de la doncella guerrera, en el que ya desde la primera vez (en clase) se me atraganta la parte en la que monta en el caballo.

Romance del prisionero

Que por mayo era por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste y cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;
dele Dios mal galardón.

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