Sinopsis
Después de más de veinte años en China («Tengo tan pocas raíces que me arrastra la corriente»), Arthur Clennam vuelve a Londres convencido de haber desperdiciado su juventud y de que ya ha pasado para él el momento del amor. Su madre, una anciana inválida y siniestra, le recibe gélidamente en la habitación de la que lleva doce años sin salir, y en la que, al fondo, en la penumbra, cose una desventurada muchacha. Arthur se interesa enseguida por ella, sospechando que puede guardar la clave de un vergonzoso secreto familiar que su madre tenazmente le oculta, y descubre que se trata de Amy Dorrit, nacida en la cárcel de deudores de Marshalsea, donde su padre, uno de los más antiguos presos, es toda una institución…
Hay grandes mudanzas en esta novela —de la decepción a la esperanza, de la pobreza a la riqueza— pero un clima de restricción y de falta de libertad se extiende por toda ella y unifica sus múltiples temas. La pequeña Dorrit (1855-1857), que presentamos en una nueva traducción de Ismael Attrache y Carmen Francí, es sin duda uno de los mejores Dickens, compendio monumental de su destreza narrativa, de su ingenio cómico y de su talento inigualable para crear ambientes y personajes. Pero quizá nunca Dickens había sido tan incisivo —o «subversivo», como dijo G. B. Shaw de esta «obra maestra entre las obras maestras»— en su sátira de la sociedad victoriana, a la que golpea implacablemente por su presunción y mezquindad, por su educación «en el miedo y el escalofrío», por su infame sistema de clases y por la escandalosa incompetencia de sus instituciones.
¿Por qué me decidí a leerlo?
Porque no había leído esta novela de Charles Dickens, que es un autor que me encanta, y todo por una confusión. Pensaba que se trataba de otra novela suya. Así que creía saber cómo acababa, me parecía demasiado trágica la historia y no me apetecía leerla. Por eso, cada vez que la veía pensaba que no, que esa no la iba a leer. Hasta que salió el tema en un grupo de lectura de Telegram y me di cuenta de mi error. Y enseguida me apunté para leerla de forma conjunta.
¿Mereció la pena?
Sí, totalmente. No solo me ha gustado mucho, además ha pasado a ser una de mis novelas favoritas de este autor. Nada más empezar a leerla me sentí «como en casa», por sus maravillosas descripciones, su sentido del humor, la gran variedad de personajes… Adoro sus descripciones, en el grupo bromeé diciendo que de Dickens me leería hasta su lista de la compra. Porque siempre que se pone a describir un paisaje, una situación o un personaje le da un toque distintivo que me engancha totalmente, y me deja fascinada. También me encanta su forma de narrar por el suspense que genera, aunque esta historia no sea realmente de suspense o misterio, y porque nunca sabía cómo evolucionaría la historia. No paraba de sorprenderme. Al ser una lectura conjunta, elaboramos muchas teorías, pero ni aun así conseguimos adivinar qué iba a pasar en determinadas situaciones. En la historia hay drama, pequeños misterios y malentendidos, injusticias, amores y desamores, traiciones, venganzas, problemas económicos, gente elitista y clasista, burocracia que lo enreda todo…
Sus personajes me encantan. Tanto si son buenos, malos o ambiguos me parecen todos interesantes. Y que ninguno tiene desperdicio. Tanto principales como secundarios tienen su historia, su pasado y su voz. Y, aunque al principio no lo parezca, porque el primer capítulo desconcierta un poco, todo lo que les pasa acaba teniendo sentido. Eso sí, Londres y otros lugares en el extranjero parecen un pañuelo, porque siempre acaban cruzándose «casualmente» los personajes. Estuve tentada de contar en esta reseña lo que pensaba de cada personaje, pero temía olvidar alguno. Y, sobre todo, me imaginaba que acabaría teniendo que escribir una novela (corta), porque tendría tanto que decir de ellos… Si escribía sobre Amy Dorrit, cómo no hablar de su padre, de sus hermanos, Fanny y Edward, de su tío, de la entrañable Maggy… O de Arthur, su madre y los que trabajan en su casa, Flintwinch y la pobre Affery. También de Flora y su extraña tía, de los Meagles y su hija Tesoro, de Tattycoram y miss Wade, de Rigaud o Cavalletto… Y muchos más que pasan por esas páginas. He leído algunas críticas sobre que caricaturiza en exceso a los personajes, pero es que Dickens en esta novela no creo que buscara ser realista.
Aunque todo sea ficción, Dickens aprovecha para criticar ciertas cosas de la sociedad victoriana con las que no estaba de acuerdo. Y algunas las conoció personalmente, como la famosa cárcel de Marshalsea. Una cárcel donde encerraban a la gente por deudas, como a su padre, pero una vez allí resultaba difícil salir. Porque para salir tenían que pagar esa deuda, pero realmente no tenían la posibilidad de ganar dinero estando en ese lugar. Normalmente les tenían que ayudar desde fuera. También critica la burocracia, para mí de forma muy graciosa, porque lo plantea de forma exagerada (y, sin embargo, algunas trabas burocráticas parece que siguen igual actualmente). En el grupo de Telegram hubo algún que otro abandono, por exceso de lecturas o porque en ese momento no les venía bien leer una historia así. O porque directamente no les gusta el estilo de Dickens. Y hubo gente a la que le parecía que se alargaba en exceso en ciertos temas y que le sobraban páginas a la novela. Pero para mí, por todo lo que he contado antes, no sobran páginas. Es más, en algunas partes me hubiera gustado saber mucho más, sobre todo de los personajes secundarios. Casi me faltaron páginas…
¿A quién se lo recomiendo?
A quien le gusten las historias corales, con buenos y malos, y gente ni tan buena ni tan mala, con algo de humor y suspense, y bellas descripciones. Y también a quien le interese la crítica social de la época victoriana.
Ritmo de lectura
Al ser en lectura conjunta, fue un ritmo medio o incluso lento (en total, nueve semanas, y en esta edición en papel son 952 páginas). Si lo hubiera leído sola, hubiera ido más deprisa.
¿Leerías algo más del autor?
Sí, seguro que sí. Todo lo que me queda por leer de él (incluso creo que acabaré leyéndome esa que me parece tan trágica), y también seguiré haciendo relecturas.