Sinopsis
Indiana es una joven hermosa que se siente desencantada y aburrida, pasa los días leyendo novelas de amor. Con tan solo 19 años su vida se ve forzada a consumirse en un matrimonio gris con un hombre mucho mayor que ella, el anciano coronel Delmare. Sin embargo, todo cambia cuando se encuentra con su nuevo vecino, Raymon, un joven distinguido y apuesto, pero frívolo, que termina volteando de cabeza su mundo.
La publicación de Indiana en 1832 supuso un apasionado reclamo a las injustas condiciones del matrimonio. Amantine Aurore Dupin (1804-1876) ejerció una crítica a las costumbres y prejuicios de su tiempo desde la escritura. Fue autora de célebres novelas, obras de teatro, textos periodísticos y de más de un millar de cartas. Su carácter rebelde la llevó a divorciarse y a vestirse como hombre para abrir espacios que, de otra manera, hubieran permanecido cerrados. Al igual que otras mujeres a lo largo de la historia, Dupin tomó un seudónimo masculino para conseguir que su voz fuera escuchada con igualdad. Reveladas descubre el nombre de estas combativas escritoras.
¿Por qué me decidí a leerlo?
No había leído nada de George Sand y quería hacerlo. Me llamó la atención la portada de esta novela, y solo por eso decidí que la primera novela que leería de ella sería esta.
¿Mereció la pena?
Sí, aunque no sé si podré explicar por qué he disfrutado de la novela y al mismo tiempo no me ha terminado de gustar. Me ha gustado leerla por el estilo de la narración, me ha parecido llena de frescura, y, aunque la autora poco más habría escrito hasta entonces (en el prefacio cuenta que es su primera novela), me parecía que demostraba muchas tablas. Y me gustó su forma de describir las escenas, me hacía sentir que yo también estaba presente. Otra cosa ha sido la historia en sí, que me parecía poca cosa, pero eso no ha hecho que dejara de disfrutar de la novela. La historia me ha parecido bastante típica, con amores, desamores, matrimonios fracasados, galanes que no merecen la pena, una protagonista con problemas de salud… Y todos los personajes me parecía que se excedían en dramatismo. No es que vivieran situaciones fáciles, pero que casi la primera solución que se les ocurriera ante un problema fuera la muerte me parecía muy exagerado. Pero por esa especie de desparpajo para contar sus desventuras me resultaba entretenida la historia. Y ni se me pasaba por la cabeza dejar de leer la novela. El prefacio es muy interesante, porque la autora habla de las presiones que sufren los escritores por parte de los críticos, y cómo puede influir en lo que publican o dejan de publicar. En su caso, por suerte, poco le afectaron las críticas.
Casi toda la historia la cuenta un narrador, aunque también hay alguna carta y el final está contado en primera persona. Queda claro que el narrador en tercera persona es un hombre por algunos momentos en los que habla en masculino de sí mismo. Y eso en parte me sorprendió, porque normalmente cuando se narra en tercera persona suele usarse un lenguaje muy neutro (y yo tiendo a asumir que si lo escribe una mujer se trata de una narradora, y si lo hace un hombre, un narrador). Este narrador tiene tendencia a juzgar a los personajes, y pocas veces estaba yo de acuerdo con él. Pero por la forma de expresarse y por la época que era, en cierta forma se lo perdono. En algunos momentos me parecía que se le notaba demasiado la preferencia por un personaje, y que tenía mucha manía a otro. Aunque le defendiera, a mí me caía fatal Raymon de Ramière y me caía relativamente bien sir Ralph Brown. Relativamente porque casi ningún personaje consiguió gustarme del todo.
Indiana me daba mucha pena. Se supone que debería ser la protagonista absoluta porque da título al libro, pero en muchas ocasiones sabemos más lo que hacen otros que lo que le pasa a ella. Es muy joven, es huérfana y se casó con un hombre demasiado mayor (me hubiera gustado saber por qué precisamente se casa con el señor Delmare, o más bien, quién la empujó a hacerlo). Es muy buena, se preocupa mucho por los demás, es bella, tiene una enfermedad extraña y debilitante, parece que no puede confiar en nadie… Y no sabía lo que era sentir amor hasta que conoce a Raymon. Raymon es el típico hombre que va de flor en flor, pero el narrador trata de convencernos de que sí que se enamora de ella, pero a su manera. Pero para mí lo peor no era que fuera tan enamoradizo, sino que fuera manipulador (en alguna que otra escena de alcoba demuestra lo bien que se le da manipular) y que solo le importara lo que le pasara a él.
Ralph conoce a Indiana desde que era pequeña, y, salvo un breve tiempo, siempre ha vivido con ella. Incluso después de casarse ella con el coronel Delmare. Ralph, excepto por ciertas opiniones sobre las mujeres, me resultaba bastante tolerable, pero muy exagerado y drástico. Es el que tiene más tendencia a pensar que solo la muerte es la solución de los problemas (aunque igual era típico de la época, porque no es el único con tendencias suicidas o asesinas). En parte es tan negativo porque todo le ha salido mal en la vida (o eso cree él). El coronel por suerte sale bastante poco, porque me resultaba odioso. Tan déspota, cabezota… Noun, la doncella de Indiana, también me dio pena. Igual que Indiana, se nota que le faltaba mundo para darse cuenta de que hay tipos que no merecen la pena. La tía de Indiana me sorprendió por lo puritana que se vuelve de repente, y también me alegré de que saliera poco. En cambio, ojalá la madre de Raymon hubiera aparecido más. Ella sí que me gustó, a pesar de criar a un hijo como ese. Probablemente por ser demasiado buena.
El final no está mal, pero creo que me gustó más porque dos personajes no cometen la inmensa tontería que parecía que iban a cometer. Así que fue un alivio leer la conclusión de la historia, contada en primera persona por un tal J. Néraud. En la sinopsis dan a entender que se critica el matrimonio, sobre todo las condiciones para la mujer, pero a mí no me lo parecía. La autora, en el prefacio, cuenta que no era esa su intención, simplemente se puso a escribir, sin más, y le salió esta novela. Es una época en la que se esperaba que se casaran, tanto hombres como mujeres, y, siendo de clase alta, más por intereses económicos o de posición que por amor. Pero la autora se limita a exponerlo, sin valorar realmente si son mejores los matrimonios por amor. O si es más injusto para las mujeres. Pero, aunque no lo critique directamente, sí que refleja que, como casi siempre, las mujeres son las que tienen más que perder. En el amor, en el matrimonio, por el dinero (que no tienen o no pueden tener), por el qué dirán…
¿A quién se lo recomiendo?
A quien quiera leer la primera novela de esta autora.
Ritmo de lectura
Un ritmo medio tirando a rápido. Me ralentizaba un poco cuando me empezaban a resultar cargantes los personajes.
¿Leerías algo más de la autora?
Sí, y tengo ganas de comprobar si esa forma de narrar la mantuvo en otras novelas o al contar su propia vida.