Sinopsis
Katherine Mansfield ha pasado a la historia de la literatura, básicamente, por el hecho de haber recuperado el género del cuento corto de la desairada posición que tenía en el siglo XIX. Los trece relatos que componen este libro son buena prueba de la maestría de su autora en la observación de tipos y costumbres: ambientados en un balneario de la Alemania de antes de la Primera Guerra Mundial, son un verdadero álbum de instantáneas fotográficas caracterizadas por la fina ironía, el estilo límpido y de gran economía expresiva, y el sentido del humor. También —y esto los mantiene actuales— son un agudo estudio de la psicología femenina.
¿Por qué me decidí a leerlo?
Quería leer algo de Katherine Mansfield desde hace tiempo, y aproveché para hacerlo por el reto de Todos los clásicos grandes y pequeños de Las inquilinas de Netherfield, porque tenía que leer un «clásico cuyo autor falleciese antes de los 35» (nivel 4). La autora murió a los 34 años de tuberculosis, en un balneario de París.
¿Mereció la pena?
Sí, ha sido todo un descubrimiento esta autora. Antes de leer los relatos leí la introducción de John Middleton Murry, donde explica lo que costó sacar adelante una nueva edición de esta obra. Porque Katherine Mansfield creía que no merecía reeditarse, que no tenía calidad, y le preocupaba más todavía porque era una época en la que en Inglaterra había mucho sentimiento anti alemán, por la Primera Guerra Mundial. A pesar de que necesitaba el dinero se negó durante mucho tiempo, luego por fin aceptó. Y prometió escribir un prefacio para explicar que era una obra primeriza, llena de cinismo y amargura, que ella consideraba que era propio de la juventud. Pero al final salió la reedición sin el prefacio, porque, por desgracia, murió antes de llegar a escribirlo.
Al leer en esta introducción que supuestamente daba mala imagen a los alemanes, pensé que igual no me gustaría mucho porque en general no me gustan los tópicos sobre nacionalidades, y, en particular, porque mi madre era alemana. Pero ni me ha parecido tan grave lo que cuenta sobre ellos, ni muchas cosas me parecía que no pudieran encontrarse en otros países. Igual la mala educación con la que se dirigen a ella por ser inglesa no sería de esperar, por ejemplo, por la supuesta flema británica. Pero gente que habla de más, que prejuzga y tiene prejuicios, y que critica a los demás incluso a la cara, me parece que se puede encontrar en cualquier parte del mundo. En la nota editorial aclaran que una de las formas que usó la autora para hacer gracia a los angloparlantes fue copiar la estructura de las frases como se haría en alemán, pero que en castellano lo quitaron porque crearía confusión. Y, por eso, parte de esa gracia se ha perdido con la traducción al castellano, de Clara Janés Nadal. Pero se sigue notando ese humor en varias de las historias.
Lo más curioso es que, a pesar de ser de relatos, el libro me ha resultado muy ameno y no me ha costado terminármelo (es una especie de manía que tengo, cuando hay varios relatos me ralentizo porque tengo el prejuicio de que una historia equivale a un libro). Pero en este caso ha sido todo lo contrario, y hasta hubiera querido que hubiera muchos más. Son trece relatos muy cortos (el libro tiene 158 páginas) y me han parecido en general una delicia, por la forma de contarlos, con un especial sentido del humor, y porque me han sorprendido, a veces por los desenlaces, otras por los personajes… La mayoría están contados en primera persona, y la autora me hacía sentir muy cercana a la narradora. Cuando contaba el relato en tercera persona me preguntaba si eso se lo habría imaginado o de verdad llegaron a sus oídos historias similares.
Y como suelo hacer en los libros de varios relatos o cuentos, voy a comentar un poco cada relato.
Alemanes a la mesa. Probablemente el más «hiriente» hacia la nacionalidad alemana, por su relación con la comida y una falta de educación evidente hacia la única inglesa que hay a la mesa. Pero es algo que puede pasar si compartes mesa con desconocidos, se empeñan en dar conversación y no son «políticamente» correctos.
El barón. Un hombre que despierta mucho interés, del que saben poco más que el título nobiliario, y que parece muy solitario. Y al final sabemos a qué se deben sus peculiares costumbres.
La hermana de la baronesa. No tiene nada que ver con el barón del otro relato, pero sí sobre hacerse falsas ideas sobre quién es quién y qué trato merecen algunas personas. Aparece una niña muda que me dio mucha pena.
Frau Fisher. Una visitante anual del balneario que no tiene reparos a la hora de hacer preguntas indiscretas.
Frau Bechenmacher asiste a una boda. Este me sorprendió porque era el primero contado en tercera persona, y no tiene casi nada que ver con el balneario / pensión. No salen muy bien paradas las bodas. Ni los matrimonios.
El espíritu moderno. Una hija que no puede hacer su vida porque se siente atada a su madre… Y la narradora se acaba enterando de todo y hasta da consejos.
En Lehmann’s. Otro relato en tercera persona, sobre lo dura que puede ser la vida trabajando de cara al público, y más si se es novata y no se conoce lo aprovechados que pueden ser algunos… Aquí me sentí muy incómoda y con ganas de «avisar» a la muchacha protagonista.
El Luft Bad. La protagonista de la mayoría de los relatos descubre lo que es el Luft Bad, una especie de baño o estación para tomar aire puro, y lo pintorescos que pueden ser los que se benefician del «aire». Muy cortito, pero tiene su miga.
Día de nacimiento. Una mujer a punto de dar luz, y cómo parece que casi todo el mundo se preocupa más por el marido y futuro padre, incluso la propia parturienta. También contado en tercera persona.
La Niña-Que-Estaba-Cansada. Otro relato en tercera persona, sobre la explotación de una pobre niña sin nombre que tiene que cuidar de un bebé. Y el final me resultó muy inesperado y desgarrador.
La Dama Progresista. Otra vez la mujer del balneario nos cuenta sus curiosos encuentros con otros clientes del establecimiento, y es una pena, pero es el último de los relatos con ella como protagonista. Y a mí no me pareció nada progresista esa dama…
La oscilación del péndulo. Sería algo como «más vale hombre conocido que dejarte llevar por una fantasía, porque igual el nuevo te sale rana».
Un incendio. Sobre el matrimonio, el coqueteo con otros…
¿A quién se lo recomiendo?
A quien quiera leer unos relatos muy curiosos, que seguro que no dejan indiferentes.
Ritmo de lectura
Bastante rápido, cada relato me parecía un suspiro, y me dejaba con ganas de más.
¿Leerías algo más de la autora?
Sí, claro que sí. Ahora que he descubierto a esta autora quiero leer más de sus obras.