Sinopsis
Verano de 1989. En Piolenc, un tranquilo pueblo del sur de Francia, desaparecen Solène y Raphaël Lessage, dos hermanos mellizos. Casi tres meses después se encuentra el cadáver de la niña, vestida de blanco y con una corona de flores. Pese a todos los esfuerzos, al cabo de unos años el caso se cerrará en falso, sin rastro del hermano y con la familia vencida ante la tragedia.
Verano de 2018. Están desapareciendo niños de nuevo, en el mismo pueblo, y un clima insano se ha instalado entre los vecinos. El pánico crece y viejas sospechas renacen cuando empiezan a llegar mensajes enigmáticos en nombre de Solène y Raphaël.
Un policía joven y uno retirado. Si hay alguna esperanza de encontrar a los niños con vida, hay que descubrir de una vez qué les pasó a los mellizos treinta años atrás.
¿Por qué me decidí a leerlo?
Estaba buscando un libro de misterio y encontré Las hermanas Crest. Me llamó la atención el nombre de la autora (como ya me pasó con No está solo, de Sandrone Dazieri, me llama la atención un autor o autora que tiene un nombre parecido al mío). Miré a ver si tenía más libros y si era una serie, por empezar por el principio, y al final decidí leer El doble secreto de la familia Lessage, por haber sido publicado antes.
¿Mereció la pena?
Por tenerme muy enganchada, que era lo que buscaba, sí, pero también en algunos momentos la trama me ha hecho sentir incómoda. No puedo contar mucho porque destriparía la historia, pero sí que puedo hablar un poco en general. Me molestaban ciertos estereotipos sobre los hombres y las mujeres, y también porque chocaba frontalmente con el concepto que tengo yo de la infancia. Por eso los comportamientos de los niños y niñas de once años no me resultaban muy creíbles en algunos momentos, pero reconozco que tampoco sé mucho sobre el tema. En eso me recordó a la novela No sé, de Barbara Abel, en la que también llevé mal algunos comportamientos de los menores de edad. No es que crea que son ángeles y que no puedan hacer nunca nada malo, ni tampoco me extraña que algunos sean más maduros que otros, pero de ahí a comportarse así…
El libro empieza con un prólogo, donde cuentan las noticias desde la desaparición de los mellizos Solène y Raphaël el 1 de septiembre de 1989 hasta el 21 de junio de 2018, cuando la noticia es que ha desaparecido otra niña… Después son capítulos numerados, contados en tercera persona, y sobre todo sabemos qué hacen Jean Wimez, el policía jubilado, y Julien Fabregas, el encargado de investigar en la actualidad. Jean quedó muy tocado por no resolver el caso, y ahora colabora de forma casi extraoficial con Julien, del que fue jefe en el pasado. Julien, que es muy exigente consigo mismo y menos empático que Jean, lleva mal que le ayuden otros, pero acaba dándose cuenta de lo importante que es colaborar con Jean, entre otras cosas por la buena relación que mantiene con Victor Lessage, el padre de los mellizos. Victor ha seguido intentando saber qué pasó con sus hijos, pero tampoco ha podido librarse de la sospecha de que tuvo algo que ver con su desaparición. Al final hay un epílogo, que me pareció muy emotivo, pero no me aclaró ciertas dudas que me quedaron, sobre cómo se tomaron algunos personajes el desenlace.
La trama me pareció bastante original, pero era demasiado fácil adivinar qué iba a pasar a continuación y cuál iba a ser el nuevo giro de la historia. Aunque me llevé pocas sorpresas, sí que es verdad que no podía dejar de leer para saber qué iba a pasar. Eso también hacía que adivinara en qué estaba fallando la investigación (y casi me daban ganas de gritarles que qué se suponía que estaban haciendo y cómo se les pasaban ciertas cosas). En la investigación en el presente tienen varios fallos, como tardar demasiado en investigar los pasados de determinados personajes (se supone que priorizan otras cosas, y luego, claro, se arrepienten, pero no parece que aprendan mucho para la siguiente vez). Y la de 30 años antes parece que la llevaron todavía peor. Aunque tampoco explican demasiado cómo fue, sí que se aprecian varios fallos al descubrirse qué pasó realmente con los mellizos, como dónde deberían haberlos buscado. Eso por un lado me molestaba, pero también me daba pena, porque los dos policías principales sufren mucho con cada fracaso y se lo toman de forma muy personal, llegando a culparse hasta de cosas que no podrían haber evitado.
Es una novela bastante psicológica, aunque la autora no explica en ninguna nota ni en los agradecimientos de dónde saca las teorías (es frecuente que agradezcan su ayuda a los profesionales a los que consultaron, y casi siempre el autor o autora asegura que si hay algún fallo no hay que atribuírselo a los expertos, sino a quien escribió la novela). Tampoco es psicóloga ni psiquiatra, así que creo que lo que expone y algunos tratamientos, sobre todo del pasado, hay que tomárselos como parte de la trama, y no pensar que esté reflejando la realidad. Aparte de saber lo que piensan algunos personajes y sus motivaciones, colabora una psicopediatra en la investigación, la doctora Florent, que desarrolla varias teorías sobre qué pudo pasar y qué podría estar pasando. Y me costaba aceptar sus teorías (o más bien ciertas justificaciones a ciertos comportamientos). También me fastidió un poco por los estereotipos (como ya comenté al principio) y por aparecer personajes con una capacidad de atracción casi irresistible (y casi sin hacer nada), porque no me parecía muy creíble.
Sobre la traducción, me resultó curioso que sean las mismas traductoras que las de El enigma de la habitación 622, de Joël Dicker: María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego. Pero esta vez no me ha llamado tanto la atención la forma de hablar, excepto alguna expresión como «tascar el freno» (que he descubierto que no es echar el freno, como pensaba por el contexto, si no más concretamente morder el freno, que es lo que hacen los caballos muchas veces al obligarlos a frenar). Lo del tuteo o tratarse de usted me ha parecido normal, hasta hay una conversación de dos personajes sobre empezar a tutearse, porque ya hay mucha confianza (sin ella, en francés, se considera de mala educación tutearse). Por otro lado, me parece mejor el título francés que el castellano, porque creo que en francés («los mellizos de Piolenc») es algo más neutro. Desde el comienzo del libro se nota lo importantes que son estos mellizos y no da pistas sobre dobles secretos… No tiene que ver con la traducción, pero me ha resultado curioso que Piolenc sea un lugar real. Pensaba que sería inventado, porque no sé si deja en muy buen lugar a sus habitantes…
¿A quién se lo recomiendo?
A quien quiera leer una novela con mucho suspense, y que no le importe leer sobre niños y niñas que no son precisamente unos «ángeles».
Ritmo de lectura
Muy rápido, casi no podía parar de leer.
¿Leerías algo más de la autora?
Seguramente sí, cuando esté buscando una novela que me tenga enganchada. Aunque tiene más novelas, por ahora traducida solo tiene Las hermanas Crest, así que probablemente sea esa la que me lea.