Sinopsis
«Soy un gato, aunque todavía no tengo nombre.» Así comienza la primera y más hilarante novela de Natsume Sōseki, una auténtica obra maestra de la literatura japonesa, que narra las aventuras de un desdeñoso felino que cohabita, de modo accidental, con un grupo de grotescos personajes, miembros todos ellos de la biempensante clase media tokiota: el dispéptico profesor Kushami y su familia, teóricos dueños de la casa donde vive el gato; el mejor amigo del profesor, el charlatán e irritante Meitei; o el joven estudioso Kangetsu, que día sí, día no, intenta arreglárselas para conquistar a la hija de los vecinos. Escrita justo antes de su aclamada novela Botchan, Soy un gato es una sátira descarnada de la burguesía Meiji. Dotada de un ingenio a prueba de bombas y de un humor sardónico, recorre las peripecias de un voluble filósofo gatuno que no se cansa de hacer los comentarios más incisivos sobre la disparatada tropa de seres humanos con la que le ha tocado convivir.
¿Por qué me decidí a leerlo?
Quería leer algo más de este autor después de leer Kokoro, y alguien me recomendó este libro por su humor.
¿Mereció la pena?
Me ha parecido una gran crítica, con mucho humor, a la sociedad japonesa de principios del siglo XX, tomando como protagonista a un gato que nos cuenta su vida con los humanos con los que le ha tocado vivir. Y que son muy especiales, igual que los amigos de su amo. Siempre se dice que los animales son un fiel reflejo de sus amos, y en esta novela nos queda claro que este gato, que no tiene nombre, al final se parece mucho más a su amo de lo que le gustaría a él. Una sátira social y una gran crítica a las costumbres de aquel tiempo en Japón, desde el punto de vista de un animal, para mostrarnos lo complicado que somos los humanos y la de contradicciones que tenemos.
Toda la historia transcurre en la casa del dueño del gato, siendo el gato el observador de lo que ocurre. No se sabe la historia de ninguno de los que allí viven o de los que por allí pasan, solo lo que ocurre dentro de esa casa o en el patio. Todo nos lo cuenta ese gato sin nombre, que tiene un humor tremendo para contarlo y que, además, es muy crítico con su dueño y con los demás humanos que pasan por allí. El felino considera a los humanos despiadados con los animales, mezquinos, zoquetes, y piensa que siempre están presumiendo de todo lo que saben, cuando en realidad no saben tanto.
Cuando el amo del gato recibe la visita de sus amigos es cuando se empieza a hablar de todo tipo de cultura japonesa, juegos, poesía, filosofía… que nos hace saber mucho sobre la sociedad japonesa en los años 20. Eso sí, con conversaciones a veces demasiado largas para mi gusto, pero supongo que así ridiculiza más el autor a sus personajes. Haciendo que den mil vueltas a los temas de sus conversaciones, repitiéndose muy a menudo, e incluso hablando de nimiedades que no son en absoluto importantes, pero ellos son capaces de estar toda una tarde hablando sobre esa nimiedad. También es verdad que esta historia se pensó y se hizo por entregas para un diario japonés, y al leerla de un tirón, siendo un tocho de más de 600 páginas, puede ser una tarea ardua en algunos momentos.
Al final sacamos en claro que Japón se quería abrir a Occidente, quería modernizarse en aquel principio de siglo, pero era un pueblo con muchas características diferentes, muchas particularidades. Y que, cuando llegó al poder el nuevo emperador de la era Meiji, tanto la sociedad como toda la infraestructura de la administración japonesa pegó un gran cambio, dando lugar a una nueva burguesía, que es la que nos relata el gato, y de la que son parte su amo, su familia y los amigos. Una mezcla entre tradición y modernidad.
¿A quién se lo recomiendo?
A los que os guste el autor y no hayáis leído su primer libro.
A los que os gusten los libros que, como en las fábulas, el que lo cuenta es un animal. En este caso un gato sin nombre.
A los que os guste conocer la sociedad de Japón de principios del siglo pasado.
A los que os gusten los libros que hacen una crítica social tremenda, pero con mucho humor.
Ritmo de lectura
En general ha sido un ritmo más o menos rápido hasta que llegaba a las partes de las conversaciones, que me parecían demasiado largas o con discusiones demasiado tontas. En esas partes el ritmo se ralentizaba mucho, e incluso tenía que dejar de leerlo porque me cansaba y aburría.
¿Leerías algo más del autor?
Seguiré leyendo cosas de él.