(Me ha costado mucho encontrar la cubierta en chino, y creo que corresponde solo a la primera historia de las dos que se incluyen en este libro.)
Sinopsis
Cuando Ge Weilong se presenta inesperadamente en casa de su tía, la señora Liang, para pedirle que la acoja y así poder proseguir con sus estudios en Hong Kong, no se imagina hasta qué punto ese encuentro cambiará su vida. La señora Liang le abrirá las puertas a un ambiente mundano, regido por la suntuosidad y la hipocresía, y Weilong tendrá que decidir si quiere formar parte de él. Así arranca la primera de las dos novelas cortas que contiene este volumen: un retrato espléndido de la decadente China colonial. Dos historias que, como apunta la narradora, se leen en el tiempo que tarda en arder un puñado de incienso.
Eileen Chang, nacida en 1920 y considerada la escritora china más importante del siglo XX, supo comprender con gran lucidez el encanto y la complejidad del momento que le tocó vivir. Centrándose en lo aparentemente trivial, Chang plasmó como nadie la convivencia y la contradicción entre los valores tradicionales y la modernidad de los nuevos usos occidentales. Mediante sus conmovedores personajes, exploró temas tan universales como el amor, la pérdida de la inocencia o la rigidez de las relaciones sociales.
¿Por qué me decidí a leerlo?
En redes sociales leí que estaba muy bien este libro (e igual me equivoco, pero creo que en una de las recomendaciones decían que era una delicia leer a esta autora). Y aproveché que me servía para el reto Todos los clásicos grandes y pequeños de Las inquilinas de Netherfield, por ser un «clásico ambientado fuera de Europa», del nivel 3, ya que son dos historias que transcurren en Hong Kong.
¿Mereció la pena?
Sí, mucho, por el bello y delicado estilo de la autora y por hacerme reflexionar. El libro está dividido en dos, primer incensario y segundo incensario. Son preciosas las referencias que hace sobre contar una historia mientras se prende el incienso y va ardiendo en el incensario. Y también, aunque no lo llamaría precioso, como una metáfora de la vida y la muerte, cuando se apagan los rescoldos… Además, me ha gustado por conocer cómo se vivía en Hong Kong en los años anteriores a la guerra (que supongo que es la Segunda Guerra Mundial, porque por lo menos la primera historia se publicó en 1943). Y también me gustó por asombrarme, con historias que parecen sencillas, pero que, con un giro que no es brusco, hace que la historia acabe de una forma bastante inesperada. Con unos finales que, siguiendo la similitud con el incienso o una cerilla, sorprendentemente se iluminan más justo antes de apagarse.
Me gustó su forma de describir las situaciones, y me encantó que incluyera tantos colores en esas descripciones, como rojo resplandeciente, azul intenso, esmeralda o amarillo crema, y algunos que no conocía, como cardenillo (similar al turquesa). A pesar de gustarme tanto la forma de contarlo, el contenido me resultaba inquietante. Me hacía sentir algo incómoda por dos razones (y las dos mismas razones en las dos historias). La primera, porque aparecen dos personas enamoradas que ojalá no sintieran lo que sienten, o lo sintieran por otros. Porque esos sentimientos tan fuertes hacen que se pierdan a sí mismos, y pierdan su dignidad. Y segunda, porque los dos se ven en una situación bastante comprometida, y tienen que elegir qué van a hacer con su vida a partir de entonces. Según se va viendo qué deciden, yo pensaba que ojalá tomaran otras decisiones muy distintas. La traducción pone que es de Anne-Hélène Suárez, con la colaboración de Qu Xianghong, y me hubiera gustado saber cómo fue esa colaboración y qué aportó cada una.
Primer incensario. Es la primera historia, en la que conocemos a Weilong, una joven de Shanghái que ha estado estudiando en un instituto de Hong Kong porque su familia se trasladó allí. Su padre y su madre quieren regresar a Shanghái, pero ella desea continuar estudiando, por lo que recurre a su tía, hermana de su padre, y considerada la oveja negra de la familia. El comienzo con su tía, que es bastante rencorosa, no es muy bueno, pero finalmente consigue quedarse. Y Weilong empieza a conocer el mundo en el que se mueve su tía. Aunque la autora no es totalmente clara, se percibe qué tipo de amigos tiene la señora Liang y por qué no está bien vista en la familia. Weilong me gustó mucho, porque la entendía, hasta que entró en una deriva… La tía me dio un poco de pena en algunos momentos, pero el resto del tiempo me pareció odiosa. También son importantes algunas doncellas de la casa, y Georgie Qiao, que es un mestizo (y eso quiere decir que no está muy bien considerado socialmente), cuya única aspiración parece ser vivir bien, a ser posible con el mínimo esfuerzo.
Lo que más me gustó fue conocer algunas costumbres, y me resultó muy curiosa la mezcla de costumbres inglesas con las de Hong Kong o con las chinas (que eran distintas), y también las diferencias con las de Shanghái (al parecer, sin mezcla). Y casi siempre quedándose con lo mejor o «mejorándolas», según la señora Liang, o saltándoselas a conveniencia. Como la costumbre china de llamar “joven señora” a las señoras de la casa hasta una cierta edad, pero como la tía cree que todavía merece ser llamada así, crea alguna confusión en la sobrina. Lo pasé mal con el trato a las doncellas, incluso por parte de Weilong, que parecía la más comprensiva y amable de todos. Y también me pareció llamativa esa especie de libertad que tenían las mujeres (y los hombres), que hacía que no se vieran tan mal las relaciones extramatrimoniales (tanto de solteras como de casadas). De los hombres era de esperar, pero esa permisividad con las mujeres me parecía increíble… Aunque más parecían relaciones de cortesanas, donde ellas esperan regalos o favores, y a veces ellos también esperan ser mantenidos. Y me dio pena que, incluso con esa supuesta libertad, pareciera que poco futuro tiene una mujer soltera con estudios.
Segundo incensario. Una historia mucho más corta, que empieza con dos amigas, Clementine y la narradora, hablando sobre la falta de educación sexual de las chicas jóvenes. Clementine cuenta una historia que le han explicado a ella, relacionada supuestamente con ese tema. Así conocemos a Roger Empton, un profesor cuarentón enamorado de una joven, Susie, con la que se va a casar. Él mismo se asombra de estar tan enamorado y no entiende qué ve ella en él. Todo parece más o menos normal hasta que pasa algo después de la boda… La historia me sorprendió mucho, y lo más sorprendente es cómo se toman la versión de Susie, porque estoy más acostumbrada a que crean al hombre y no a la mujer. Y me dejó con ciertas dudas, porque, como en el caso anterior, hay ciertas cosas que parece que las deja en el aire, para que los lectores lleguemos a la conclusión que sea. Y yo soy capaz de pensar lo peor, lo mejor y lo intermedio… y a veces no sé con cuál quedarme.
¿A quién se lo recomiendo?
A quien quiera leer dos relatos que parecen sencillos, pero que en el fondo esconden mucho más.
Ritmo de lectura
Rápido. Es un libro muy corto, y no me ha durado casi nada, aunque paré entre las dos historias.
¿Leerías algo más de la autora?
Sí, me he quedado con ganas de leer más de esta autora, me han sabido a poco estos dos relatos.