Doña Milagros y Memorias de un solterón de Emilia Pardo Bazán

Doña Milagros y Memorias de un solterón - Emilia Pardo Bazán

Sinopsis

Las novelas Doña Milagros y Memorias de un solterón tratan de la historia de las numerosas hijas de Benicio Neira. En la primera es él quien debe soplar su historia a alguien conocido que va a escribirla y en la segunda continúa el relato un amigo que resulta serlo de verdad y que, sin haberlo previsto él mismo, se cae del guindo y termina bruscamente la historia. Parecen complicadas, pero son un documento sobre la vida en La Coruña a finales del siglo XIX.

¿Por qué me decidí a leerlo?

En 2017 fui a la primera Feria de Editoriales y Librerías que se celebró en la Plaza Mayor de Madrid, y allí me compré este libro de Emilia Pardo Bazán (aunque dudé un poco, porque lo vi en uno de los primeros puestos, y quería ver si me interesaban más otros). Y se quedó en mi «montaña» de pendientes. Gracias al reto Todos los clásicos grandes y pequeños de Las inquilinas de Netherfield decidí ya por fin leerlo, por ser un «clásico escrito originalmente en español», del nivel 2. (En realidad son dos clásicos, pero como están en el mismo libro, me leí los dos y he hecho la reseña de los dos).

¿Mereció la pena?

Sí, no ha estado nada mal mi primer acercamiento a esta autora, aunque me ha gustado más Memorias de un solterón que Doña Milagros. Eso sí, se agradece la edición conjunta, porque viene muy bien poder leer las dos obras seguidas, y no leer primero lo que cuenta el solterón por no saber que va antes Doña Milagros. El problema de esta edición es que tenía unas cuantas erratas, y con las palabras tan poco comunes hoy en día que incluye y algunos diálogos en los que se usa jerga coloquial, a veces no sabía si eran errores, mi desconocimiento o la intención de la autora. Sobre todo en la primera novela me asombró la cantidad de palabras usadas (y muy cultas) para contar algo que se podría haber dicho de forma mucho más corta y sencilla. Pero también es verdad que eso le daba un punto de humor que yo agradecía mucho. Al principio dudé sobre si realmente era la intención de la autora que el que cuenta la historia diera tantas vueltas, pero sea como sea, esa forma de narrar hacía que las desgracias me parecieran menos dramáticas.

Otra pega, aunque más que pega es un deseo frustrado, es que ojalá la autora hubiera contado más sobre Feíta (viene de Fe y de la mala baba que tienen sus hermanas), mi preferida entre todas las hermanas. Aunque por suerte es una de las que más sale en las dos novelas, desearía que existiera una novela solo para ella, contando cómo ve ella el mundo (aunque algo se intuye por las conversaciones con su padre y con el «solterón»). Pero son dos hombres los que cuentan la historia, y los dos tienen bastante empeño en que no pueda ser ella misma, porque no es lo que se espera de una niña, una joven o una mujer. Aunque ella es lo suficientemente espabilada y segura de sí misma como para que no le importe lo que piensen los demás.

Doña Milagros

Me hizo mucha gracia el principio de Doña Milagros, por la conversación celestial que mantiene Benicio Neira cuando le piden que cuente su historia. En la sinopsis dicen que le cuenta su historia a alguien conocido, pero en realidad es a una mujer que no conoce de nada (y es de suponer, o así he querido creerlo yo, que es a la propia autora a la que le llega esta historia digna de ser contada). Esta mujer es de la misma ciudad que él, la ficticia Marineda, que realmente es A Coruña, la ciudad natal de la autora. Don Benicio me despertó ternura y me dio mucha pena, casado con Ilduara (o Ilda), una mujer muy tirana, y con no sé cuántas hijas que no paran de mangonearle (en total tienen once hijas y un hijo, pero no todas se aprovechan de él y alguna entiende que hay que ahorrar). Pero también tenía momentos en los que no me caía tan bien, sobre todo cuando sacaba a relucir su machismo, como por su empeño en que la solución a todos sus problemas es que el único hijo varón que tiene, Froilán, se convierta en alguien de provecho. Porque claro, el estudio es solo cosa de hombres…

Al principio parecía que Don Benito no estaba muy dispuesto a concretar cuántos hijos tenía ni cómo se llamaban, salvo de vez en cuando nombrar a alguna de sus hijas. Más avanzada la historia sí que nos enteramos de quién es quién en tan extensa familia. La mayor es Gertrudis, a la que llaman Tula, bastante insufrible y un poco desesperada por casarse, que al final me dio bastante pena. La segunda es Clara, con vocación religiosa, y que pasa bastante desapercibida. La tercera es Rosa, que parece que solo le interesa ir a la moda, y que ha nacido para gastar. La cuarta es Argos (que en realidad se llama María Ramona), que lo vive todo intensamente, ya sea sentir la llamada de Dios (aunque igual la llamada era de otro tipo), penar por una pérdida o cantar. La quinta es Constanza, de la que apenas se habla.

El sexto es Froilán o Froilancito, el único varón vivo (el primogénito, Ramón o Moncho, murió de pequeño y es la gran pena de don Benicio, que pensaba que todo hubiera sido diferente si siguiera vivo). Y de Froilán espera demasiado, pero este muchacho no es precisamente el lumbreras de la familia. La séptima es Fe, a la que todos llaman Feíta, aunque al principio solo se lo decían sus hermanas para hacerla rabiar. Tiene todos los comportamientos que supuestamente se esperarían de un chico, como ser autosuficiente, estudiosa o no preocuparse por su aspecto. Aunque también tiene pinta de que sería una madraza. El médico de la familia, el doctor Moragas, tiene en muy buena consideración a Feíta, aunque don Benicio no se explica muy bien por qué. Luego están Rosario, Mercedes (a la que llaman Mizucha) y Pura. Y mientras va relatando lo que pasa en su matrimonio, aparecen otras dos bebés, Media (de María Remedios) y Zita (de María Teresa). Según parece los nombres se deben al santoral, y, en general, me gustaban más las formas acortadas o los apodos, que sus verdaderos nombres (excepto Feíta, que tardé mucho en acostumbrarme por lo despectivo que me parecía).

Al principio no sabía por qué se llamaba el libro Doña Milagros, porque no aparecía nadie con ese nombre. Después de bastantes páginas sabemos que se trata de una vecina del mismo edificio, su marido es el comandante de Otumba, Tomás Llanes, y a ella la llaman la comandanta. Pero seguía sin entender por qué iba a ser tan importante… Hasta que me di cuenta de que cada vez que aparecía robaba todo el protagonismo, porque no para de hablar y soluciona muchos problemas de la familia. Aunque a veces parece que empeora más la situación, sobre todo cuando se enfrenta a las mujeres de la casa que no la soportan. Es de Cádiz, así que sus largos monólogos están escritos como hablaría una gaditana. Por ejemplo:

Tenía yo una amiga en Cádis que me desía siempre: «Me pirro por los perdíos». Yo soy de otra manera. Me pirro por la bondá. Siempre me yevó el alma la gente buena. Alguna delirará por un chico arrogante. A mí que me den los infelises y las criaturas de Dios.

Es muy buena persona, muy generosa y siempre quiere ayudar. Y, aunque sabe mucho y tiene mucho mundo, a veces parece bastante inocente por no darse cuenta del efecto que produce en los demás. Y menos si son de los que no van de frente y actúan por la espalda, todo lo contrario que ella. Al parecer es muy atractiva, casi demasiado para la mentalidad cerrada de algunos y algunas, y es un claro ejemplo de cómo algunos hombres confunden la amabilidad de una mujer con estar interesada en ellos (aunque es un poco destripar la historia, aclaro que don Benicio es un auténtico caballero, hablo de otros…). Pero también por las hermanas sabemos qué se esperaba de las mujeres en esa época: básicamente estar lindas, no dar escándalos y casarse bien. Y ser muy religiosas, aunque sin llegar al extremo de hacerse monjas. Pero igual unas cuantas de estas muchachas no van por ese camino…

Memorias de un solterón

Esta historia me ha resultado más divertida y amena, y se me ha hecho muy corta. Mauro Pareja, apodado el Abad, continúa la historia más o menos donde la dejó don Benicio. Así sabemos cómo se tomó la gente la decisión final de don Benicio, y qué le ha ido pasando a la familia, aunque tampoco ha avanzado mucho en el tiempo (aunque entre la publicación de un libro y el otro han pasado dos años, para los protagonistas parecen más bien unos meses). Le comparan con un abad por la buena vida que se pega, aunque él no está muy de acuerdo. No es que sea un fiestero, pero sí que lleva una vida acomodada, siguiendo unas rutinas que le encantan, y sin ninguna mujer que le mande. Le gusta mucho flirtear con las mujeres, pero en cuanto la cosa parece pasar de lo meramente platónico, lo deja inmediatamente y, según él, sin que ninguna de ellas sufra por él ni se vea perjudicada. También se preocupa demasiado de qué pensará la gente y puede parecer un poco estirado, sobre todo cuando se encuentra con la frescura y el desparpajo de Feíta. El final me pareció demasiado abrupto y demasiado abierto, aunque con un poco de imaginación se puede intuir qué le empieza a pasar al solterón.

¿A quién se lo recomiendo?

A quien quiera conocer cómo se vivía a finales del siglo XIX en una ciudad gallega, donde se notan las diferencias de clase, pero en el fondo es muy fácil que todos acaben coincidiendo.

Ritmo de lectura

Doña Milagros bastante lento en general. Memorias de un solterón mucho más rápido y no me duró nada.

¿Leerías algo más de la autora?

Sí, tengo ganas de leer más de sus obras. Creo que el siguiente será El saludo de las brujas.

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