Decía Emily Dickinson «para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro» y tenía mucha razón. Porque cuando lees puedes viajar, pero no solo por el mundo, también por otros mundos imaginarios y evadirte de tu vida rutinaria. Seguramente pensaba así porque ella no salió precisamente mucho de viaje. A mí me encanta viajar con los libros, pero me también poder comprobar cómo es el sitio del que leí alguna vez, y por eso, entre otras razones, amo viajar.

Viajar me hace muy feliz, creo que nos enriquece culturalmente conocer sitios y otros modos de vida, amplía nuestros conocimientos y esto nos hace mejores personas, cada sitio que visitamos nos cambia de manera diferente. Está comprobado que viajar hace que tengas menos estrés y mayor bienestar emocional. Aunque sea una salida cercana y cortita, al dejar atrás la rutina del día a día hace que se olviden por un tiempo las angustias y se disfrute más del presente. Para mí los viajes siempre tienen tres partes, todas igual de importantes: la búsqueda, la estancia y el recuerdo. Las tres partes en las que divido el viaje me son igual de satisfactorias, las disfruto muchísimo.
Búsqueda
La primera es cuando ya tenemos decidido el sitio a visitar. Entonces comienza la búsqueda de información, en guías de viaje o por internet, o incluso preguntando a los amigos viajeros que ya han ido a ese lugar. También incluye el cómo llegar. Si está lejos y hay que ir en avión tenemos que mirar billetes, fechas y precios. Por carretera es la forma más cómoda y rápida de llegar, y permite disfrutar más el camino. Pero, por supuesto, también depende del sitio al que quieras ir, y del tiempo y/o dinero del que dispongas.
Después me gusta hacerme mis “chuletas”: un listado con las cosas más importantes para visitar, marcando cuáles son prioritarias. Las demás si da tiempo se ven y, si no, no pasa nada. También busco información sobre lo que se come, las tradiciones, las cosas típicas o la artesanía del lugar. A veces me hago un pequeño diccionario con palabras de uso común en el idioma del país que visito, para ser cordial a la hora de saludar o despedirme en un hotel o en un restaurante. Aunque esto no parezca parte del viaje, a mí me parece tan satisfactorio como el viaje en sí, lo paso muy bien recogiendo información.
Estancia
La segunda parte es el viaje propiamente dicho, que está claro que es lo más placentero. Intento ver todo lo que escribí en las chuletas que me hago, pero sin agobios. Porque, aunque me gusta ver lo más posible, también me gusta perderme y pasear sin rumbo fijo, así a veces se conoce más del sitio que visitas. También me encanta, si el idioma lo permite, hablar con la gente del lugar.
Cuando viajo en coche me gusta llevar música que tenga que ver con el lugar por donde paso. Por ejemplo, si visito Portugal me llevo una buena tanda de discos portugueses. Son músicos que me gustan como Rodrigo Leao, Dulce Pontes, Mariza Teresa Salgueiro… Para Galicia me llevo discos de Luar na Lubre o Carlos Núñez. Si viajo por Asturias los llevo de Hevia. En Aragón me gusta oír a Carmen París. Por Andalucía escucho a Javier Rubial. Recorriendo La Mancha me llevo un disco de películas de Almodóvar.
La música también puede formar parte de la primera parte, como una especie de ambientación previa a la visita. Por eso cuando decido emprender algún viaje fuera de España, antes intento oír música de ese país al que iré un tiempo después. Recuerdo la cantidad de música de Elefteria Arvanitaki que escuché cuando supe que viajaría a Grecia.
Recuerdo
Por último, la tercera parte: el recuerdo. Y con esto me refiero a lo que interiorizas del viaje, a cada una de las cosas que recuerdas que más te han gustado. Puede ser porque quiera evocarlo en un momento dado, o porque leyendo, viendo una película o una serie acabe reconociendo un sitio en el que estuve, y que disfruté.
Por supuesto no puede faltar el visionado de las fotografías de los lugares visitados. Me vuelve del revés hacer fotografías y estoy encantada con poder hacer cientos de fotos con el teléfono, para luego poder borrar las que hayan quedado mal. Aún recuerdo cuando había que usar carretes y luego llevarlos a revelar. Se hacían muchas menos fotografías y de algunos sitios quedaban espantosas. Menos mal que las nuevas tecnologías nos facilitan estas cosas. Así que al volver repaso las fotos constantemente, y también las vuelvo a mirar cuando ya ha pasado más tiempo, para seguir recordando.
Beneficios
En conclusión, y por si no había quedado claro, adoro viajar. Cuando viajo, me relajo e intento pasar más rato en «modo contemplativo», para poder disfrutar más de la experiencia. También me gusta mucho socializar con otros para saber lo que piensan y cómo viven. Eso amplía nuestras perspectivas, porque nos damos cuenta de que no hay una única forma de hacer las cosas, nos hace tener una visión más amplia del mundo y, por supuesto, conocer gente. Es maravilloso hacer viajes a los confines de la tierra, pero también están muy bien los viajecitos cortos y cercanos que no salen tan caros. Porque en el fondo para mí lo importante es la experiencia vivida.