Manías nuestras (III)

Después de que Concha explicara sus manías en Manías nuestras (I) y luego lo hiciera yo en Manías nuestras (II), llega la tercera entrega. En este caso sirve para recopilar lo que he visto, leído o escuchado. Por supuesto no sirve para hacer una estadística. Ni voy a dar nombres (la mayoría ni me acuerdo), que por algo esto se llama secretos (in)confesables.

Algunas manías son muy comunes, hay muchos casos de contrarios, y en general me ha parecido muy interesante e instructivo. No hay nada como saber que no estás sola en esto de tener manías.

Posturas para leer
Cómo aprovechar bien el espacio para que todos puedan leer… Fuente: Pinterest.

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Manías nuestras (II)

Primero nos contó Concha sus manías o pequeños secretos (in)confesables a la hora de leer, y ahora me toca a mí. He decidido dividirlo en dos apartados, porque ya que me estoy «confesando» voy a contar mis manías actuales y también las que ya no tengo. Pero igual vuelvo a tenerlas, nunca se sabe…

Mujer sumergida en la lectura. Ilustración de Virginia Mori.
Mi postura natural leyendo: tumbada. Soy capaz de leer muchos libros a la vez, pero sin llegar al extremo de la ilustración (de Virginia Mori).

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Manías nuestras (I)

¿Secretos (in)confesables o manías? ¿Cómo lo llamaríais? Lo llaméis como lo llaméis os voy a dejar unas cuantas que tengo, y es que de “perfecto” solo tengo el apellido.

Viñeta olor a libro
Una «manía» típica de lectores. Fuente: Turrilandia.
  • Me gusta mucho más leer en papel que en libro electrónico. Me gusta el olor, me gusta pasar sus páginas y me gusta mucho ver la portada. Reconozco que el electrónico, aunque me gusta menos, es en muchas ocasiones más cómodo. Cuando vas en trasporte público pesa menos, tanto en el bolso como en la mano. También es más cómodo cuando sales de viaje, porque lo puedes meter en cualquier sitio sin peligro de que se arruguen las páginas o se estropeen. Comodísimo leerlo en la playa y que no se te llene de arena. Pero os tengo que contar un secretillo, que, por mi memoria de pez, cuando leo en libro electrónico y no veo constantemente la portada del libro, se me olvida el título que estoy leyendo. Así que tengo que volver en muchas ocasiones a la página del principio para recordarlo. Llamadme despistada, llamádmelo.
  • Ya sé que a (casi) todo el mundo le gusta que los escritores les firmen sus libros, hasta hacen colas eternas en las ferias del libro por todo el mundo para conseguirlo. No soporto hacer cola para conseguir una firma, me canso, me aburro y como no debo ser nada fetichista pues me voy a casa tan contenta con mis libros, pero sin firma. Pero tengo dos libros firmados. Uno por Antonio Gala, por pura casualidad. Justo llegaba él antes de tiempo para la firma cuando yo estaba comprando su libro en la caseta de La Feria del Libro de Madrid. Aún no había nadie esperando y el librero, muy majete, le dijo que si no le importaba firmármelo. El otro es de poemas, de un poeta desconocido por el gran público, a quien yo le gustaba y me regaló el poemario ya firmado, que él mismo había editado. Cosas de juventud.
  • ¡Hablando de poesía! Os tengo que confesar que leo muy poca poesía, ya sé que debería leer más, pero siempre me da pereza y lo dejo para otro día, y al final no lo hago nunca. Creo que mi pereza se debe a que la poesía no es como la novela, es decir, de rápida lectura. Cuando leo poesía tengo que hacerlo muy despacio, fijándome mucho en lo que quiere decir el autor y eso no me hace avanzar demasiado. Eso sí, aunque parezca una contradicción, tengo algunos libros de poesía, aunque pocos, y alguna vez leo algún poema.
  • No me gusta dejar libros a cualquiera que no conozca demasiado, por si me los pierden, deterioran o no me los devuelven. Y si sucede algo de eso, jamás le vuelvo a dejar un libro a esa persona. Eso sí, como soy muy despistada, siempre que dejo un libro lo apunto para no perderlo de vista.
  • Soy incapaz de dejar un libro a medias, tengo que terminarlos siempre. Si es horrorosamente malo, soy capaz de saltarme párrafos que me parecen poco interesantes, pero nunca lo cierro y lo doy por perdido. En el fondo pienso que, si lo dejo, a partir de la página siguiente va a pasar algo interesante, el libro va a cambiar por completo y yo me lo he perdido. Solo tengo una excepción: el Ulises de James Joyce. Nunca he sido capaz de terminarlo, de la página 100 no paso. Todo el mundo dice que es una obra maestra, pero yo no puedo con él, y eso que lo he empezado a leer en tres ocasiones.
  • Otra manía mía es que no me gustan los libros de cuentos o relatos cortos. Empiezo a leerlos, y si alguno de los relatos me gusta, quiero más, me sabe a poco y me frustra. Por eso prefiero las novelas, y si me gustan, cuanto más largas mejor, para luego no quedarme como vacía cuando se terminan, porque ya no puedo sentirme tan cerca de los protagonistas.

Ya os he contado algunas manías que tengo, y seguro que de alguna más me olvido, pero ahora quiero que vosotros me digáis cuáles son las vuestras.