Sinopsis
La fama de la desapacible Kimberly Clark Weymouth, una pequeña ciudad eternamente aquejada por heladas ventiscas y mucha nieve, y donde Louise Feldman ambientó el clásico infantil La señora Potter no es exactamente Santa Claus, permitió a Randal Peltzer abrir una exitosa tienda de souvenirs. Cada día, la ciudad recibe a lectores de la excéntrica escritora y, a regañadientes, vive de ella. Pero ¿qué pasaría si, harto de un destino que no ha elegido, Billy, hijo de Randal, decidiese cerrar la tienda para mudarse a otra ciudad? ¿Podría Kimberly Clark Weymouth permitirse dejar de ser el lugar que ha sido siempre y convertirse en otra cosa?
Bajo la exuberante prosa y la imaginación sin límites de Laura Fernández, se esconde una sólida historia sobre la maternidad, la creación y la renuncia, el arte como refugio y la soledad del incomprendido, en este cruce entre una novela de Roald Dahl para adultos y un alocado y digresivo T.C. Boyle que hubiera leído más de la cuenta a Joy Williams. La señora Potter no es exactamente Santa Claus pretende hacer saltar por los aires la sola idea de la existencia del relato, o del relato único de aquello que somos, porque si algo somos es una infinidad de posibilidades.
¿Por qué me decidí a leerlo?
Lo primero que me llamó la atención fue su título, me pareció de lo más original. Después empecé a ver que lo recomendaban por todas partes y se me quedó fijado en la mente. Cuando fui a la Feria del Libro de Madrid, lo vi en varias casetas, y en una de ellas le pregunté al librero. Me dijo que él lo recomendaba, porque a él personalmente le había gustado mucho, ya que se salía de lo corriente. Así que me convenció.
¿Mereció la pena?
No solo no me ha defraudado, porque siempre digo que miedito me da leer los libros que están recomendados por todos lados, porque me suelen decepcionar, sino que me ha gustado mucho este tocho de 600 páginas, obra de Laura Fernández, con este título tan sorprendente. Pero cuando lo abres empieza lo mejor, que es lo alocada, absurda, a veces caótica, forma de contar una historia, de forma muy socarrona. Con un humor que a mí me recordaba en muchas ocasiones a la película Fargo, en la que se cuentan un montón de descripciones que no vienen a cuento y no son necesarias para la trama, pero que hacen ver lo absurda que es toda la historia. Y lo que mejor me ha parecido de la novela es que, dentro de tanta absurdez, va contando los sentimientos de cada uno de los personajes, que son muchos y ninguno es feliz. Así que se pasa de la risa a la pesadumbre, para volver a la carcajada.
Es una novela dentro de otra novela, rodeada de mil personajes con nombres requeterraros, y que, a veces, por esos nombres, pueden confundirse unos con otros. Pero no os asustéis, seguid leyendo, porque enseguida se sabe de quién se trata por las absurdeces que dice, hace o vive. Todos son muy extravagantes, todos están muy solos, y ninguno quiere vivir en ese pueblo de cuento, donde siempre es Navidad, y donde siempre hace mucho frío y hay ventiscas. En ese mundo tan cerrado, lleno de intrigas, cotilleos y rumores, esos personajes van desentrañando todo lo que ocurre en el mundo real, como en cualquier otro pueblo del mundo. Y por eso llega a parecer mucho más cruel, porque se ve que entre tantas historias cruzadas, que tal como lo cuenta la autora son siempre absurdas, hay mucho de realidad.
Hay mucho humor absurdo, pero también mucha verdad. Todos vivimos una vida, pero seguramente querríamos vivir otra, y en la novela se cruza muchas veces lo que viven los personajes y lo que les gustaría vivir. Y, además, muchos de ellos, o casi todos, lo confunden, y a veces no saben qué hay de realidad y qué hay de ficción en sus vidas. Para los lectores es mayor aún el lío, pero hay que seguir leyendo, porque pronto se sale de la confusión, y se vuelve a entender todo.
En ese pueblo donde siempre nieva, y donde una escritora pasó un día y escribió un libro, todos sus habitantes viven por y para ese libro. Creo que con ello la autora hace reflexionar sobre la cultura y todo lo que la rodea, los escritores, los que hacen series, los que pintan. Todos creándose un mundo personal, hecho a su medida, que se les puede venir abajo cuando alguno de ellos toma decisiones propias y no se mueve en manada. Todo esto la autora lo ha contado con muchísima imaginación, y, a pesar de ello, como lector acabas cogiendo mucha manía a ese pueblo maldito. Y también le ha echado mucha imaginación a la hora de crear tantos personajes. Porque es una novela coral impresionante, en la que ningún personaje es ni medio normal.
¿A quién se lo recomiendo?
A los que no os importen los libros con un estilo muy especial de narrar, donde se entremezclan muchas historias, cada cual más absurda, que te pierden en muchas ocasiones, pero que, con maestría, más tarde te devuelven a la historia.
A los que os gusten las novelas donde se habla de la creación y del arte, de la soledad y de la incomprensión, de la maternidad y de las renuncias que hay que hacer a lo largo de la vida; y de cómo nos destruimos y construimos constantemente a lo largo de nuestra vida.
Ritmo de lectura
Rápido.
¿Leerías algo más de la autora?
Sí que leeré más novelas suyas.