Sinopsis

A los nueve años, Juan Salvatierra quedó mudo después de un accidente de caballo. A los veinte, empezó a pintar en secreto una serie de larguísimos rollos de tela que registraban minuciosamente la vida de un pueblo del litoral. Tras la muerte de Salvatierra, sus hijos viajan desde Buenos Aires para hacerse cargo de la herencia: un galpón inmenso atestado de rollos pintados. Intrigado por la obra monumental creada por su padre, el hijo menor, Miguel, se dispone a ordenarla. Junto con las telas, desenrolla una intriga de secretos familiares que se hunde en el pasado y esparce sus sombras sobre el presente. Salvatierra parece haberlo pintado todo. Solamente falta un rollo para completar el inmenso cuadro pintado por Salvatierra y Miguel siente la imperiosa necesidad de encontrarlo para que el cuadro no sea infinito, para que tenga un borde, un límite.

¿Por qué me decidí a leerlo?

De este autor ya he leído La uruguaya, que me gustó mucho, así que tenía intención de leer más cosas del autor y encontré este, que me pareció interesante.

¿Mereció la pena?

Me ha gustado mucho esta historia que, aunque parece sencilla, no lo es tanto, y nos dice muchas cosas. Y es que el autor en menos de 140 páginas hace un gran alarde de literatura, es un gran autor. Ya me lo pareció cuando leí La uruguaya y ahora me lo ha dejado más claro aún.

Salvatierra, partiendo de una idea muy original, nos habla de un montón de cosas, de la familia y de las relaciones entre padres e hijos, que a veces no son como creíamos de niños. Y descubrimos muchas cosas desconocidas para nosotros de ellos, unas mejores y otras peores, que no nos gustan tanto. También nos cuenta que los adultos tienen muchos secretos, y que los hermanos pueden llegar a confraternizar perfectamente, a pesar de la distancia, por causas comunes familiares.

Pero también podemos encontrar en el libro lecturas más simbólicas, porque yo creo que este hijo más que buscar la obra de su padre lo que intenta es encontrarse a sí mismo. Y recordando su niñez y la forma de vida que tenían en un pueblo de ribera de Argentina, se da cuenta de que, a pesar de vivir en la capital, echa de menos todo eso que cambió por decisión propia en un determinado momento.

Me ha gustado cómo el autor describe a los dos hermanos protagonistas del libro, que son hombres de ciudad y de repente tienen que moverse por el campo y el río, como hacían cuando eran niños. Son muy creíbles sus diálogos y sus peleas familiares. Y entre medias, esa aventura detectivesca que está llena de humor, para conseguir el último rollo de pinturas del padre que le fue robado hace muchos años.

Una cosa que me gusta mucho de este autor es el uso idiomático de su país. Me encanta cuando utiliza las palabras que ellos usan en su día a día, y no me gustan las novelas que siendo de aquellas regiones parecen totalmente castellanas. Y así me ha encantado encontrarme con palabras como fierro o yuyos o muchas más, que aquí no se utilizan.

Este libro se lee muy rápido por lo cortito, pero también por la bonita prosa que tiene el autor. Cuando terminé yo hubiera querido que fuera un poquito más largo, y que nos contara muchas más cosas de lo que deciden hacer con su vida los dos hermanos, con esa viveza que tienen las escenas que nos cuenta Mairal.

¿A quién se lo recomiendo?

A los que os guste la literatura de América Latina.

A los que os gusten las historias sobre familias y los descubrimientos que sobre ellas se pueden hacer de adultos.

A los que os encante el uso idiomático que hacen los argentinos, que a mí me encanta.

Ritmo de lectura

Muy rápido, en dos ratitos me la he leído.

¿Leerías algo más del autor?

Seguiré leyendo a Pedro Mairal porque es un autor muy bueno.