Sinopsis
La finca de Whistlefield es famosa no solo por su belleza, sino también por el laberinto vegetal que diseñaron sus primeros propietarios. El recorrido, delimitado por altos setos que se entrecruzan en caminos sin salida o que regresan al punto de partida, conduce a dos centros distintos en los que un cómodo banco recompensa a quienes logran alcanzar la meta. Y es allí donde, en una calurosa tarde de verano, aparecen los cuerpos sin vida de Roger Shandon —el dueño de la heredad— y de Neville —su hermano gemelo y conocido abogado—, ambos asesinados con la misma arma: un dardo impregnado de curare. Dado que todos los miembros de la familia, los únicos capaces de orientarse en el laberinto, parecen tener una sólida coartada, serán necesarias una mirada aguda y una inquebrantable profesionalidad para averiguar quién ha cometido el extraño doble crimen. Cualidades que, inteligentemente disimuladas bajo una apariencia anodina, el jefe de policía Sir Clinton Driffield posee en extraordinaria medida.
«Por la construcción de su trama y la vivacidad de su prosa, la considero verdaderamente una obra de máxima categoría, que coloca a J. J. Connington en la primera fila de los escritores de novela detectivesca». T. S. Eliot.
J. J. Connington (Glasgow, 1880-1947), seudónimo de Alfred Walter Stewart, dedicó su vida, como investigador y docente, al estudio de la Química en distintas universidades. Sus novelas fueron admiradas por algunos de sus más ilustres contemporáneos, como Dorothy L. Sayers o John Dickson Carr.
¿Por qué me decidí a leerlo?
Porque siendo un misterio clásico tenía pinta de que iba a gustarme.
¿Mereció la pena?
Pues por algunas razones sí, y por otras no tanto. Al principio me gustó mucho, en gran parte por la descripción de lo que pasa en el laberinto en el momento de los asesinatos. Ya solo por eso mereció la pena, porque el autor fue capaz de transmitirme toda la angustia de Vera, aislada en el laberinto y sin saber qué está pasando, o qué es mejor: quedarse quieta esperando o tratar de encontrar la salida. Es una escena bastante larga, y que te hace dudar de todo. La portada en inglés tiene una buena representación de cómo imaginó el autor el laberinto, con dos puntos centrales, que complican más el laberinto (y da más angustia para salir).
Y también merece la pena por el humor que aparece en algunos momentos o con algunos personajes, sobre todo cuando no se toma muy en serio a la gente rica y/o despreocupada. Porque son ricos, y algunos muy holgazanes, que están acostumbrados a la buena vida y a que no surjan inconvenientes molestos como un asesinato. Me resultó muy curioso que empiece la novela con un “resumen” de las razones por las que podrían ser asesinados los dos gemelos (y son unas cuantas), y hasta resultaba divertido (incluso sabiendo que los dos van a morir).
Lo malo, que es de los autores que desaprovechan a sus personajes femeninos, y que el detective es de los inteligentes, empeñado en ocultar lo que sabe o ha descubierto, que a mí a veces me cansa. Este detective, sir Clinton Driffield, que es el jefe de policía encargado del caso, se dedica a poner trampas para que el culpable se descubra, pero sin explicar por qué lo hace (o que estaba poniendo una trampa). A pesar de eso, no me resultó muy complicado imaginar quién era el culpable. Y digo el culpable porque es un hombre, el autor ya se encarga de descartar a las mujeres y hacer que algunos sean demasiado obvios, y por eso enseguida también se descartan. Con todo eso reduce mucho el número de posibles culpables, y facilita adivinar quién es.
¿A quién se lo recomiendo?
A los que quieran descubrir nuevos autores de misterio clásico, si es que no conocen a este autor. Y a los que tengan curiosidad por saber cómo se puede matar en un laberinto a dos personas a la vez, estando cada víctima en un lugar distinto.
Ritmo de lectura
Bastante rápido, para saber quién era el asesino y sus razones.
¿Leerías algo más del autor?
Creo que sí, probablemente no podré resistirme si me apetece leer un misterio clásico y veo otra novela suya.