Sinopsis
En las pelis norteamericanas y en los cuentos de Carver «los perdedores» son gente que nos cae bien. Es una especie de «caridad estética» que al parecer nos reconforta y nos tranquiliza. En la narrativa española de los últimos años también la figura del perdedor ha tenido mucho predicamento, como si los autores, mientras más incrementan sus cuentas corrientes, más necesitasen redimirse del éxito y de su incorporación al establishment mediático y social.
En esta novela se rompe la baraja y los fracasados son retratados sin maquillaje poético que los disfrace de antihéroes de nuestro tiempo, aunque también ellos quieran creer que el fracaso es cosa de otros. Esta novela narra en clave de humor amargo e irónico un viaje de tres meses por el oscuro mundo de la formación ocupacional. Ya saben: cursos de «reciclaje» para parados. Todas las tardes un grupo de estos «príncipes del desempleo» acuden a la Academia Diderot, donde, con las correspondientes subvenciones de INEM, se les trata de enseñar el muy noble oficio de librero, si bien no hacen otra cosa que dar palos de ciego y huir de la realidad sucia y triste que les rodea para conseguir olvidarse de su condición de fracasados. A sus profesores no les van mejor las cosas, aunque también ellos jueguen a no darse por enterados. Es esta novela un espejo que nos hace sonreír y en el que, sin embargo, da cierto miedo mirarse. Pero no se asusten: siempre podremos echar mano de nuestro asesor de imagen.
¿Por qué me decidí a leerlo?
Porque me llamó la atención el título (por si tenía que ver con la gestión de una librería realmente), y la sinopsis me convenció. En parte por ver cómo era eso de retratar a los perdedores sin que te caigan bien. A mí no es que me caigan bien o mal, generalmente me dan más o menos pena, dependiendo de cómo sean y cómo se tomen sus desgracias. E incluso puedo sentirme mal porque tengo un sentido del ridículo ajeno que a veces es un poco exagerado.
¿Mereció la pena?
Me ha resultado un libro divertido y ameno, a pesar de ser una historia que se basa sobre todo en rarezas y problemas de desempleados. Que salieran tantos perdedores o gente a la que no le salen bien las cosas lo llevé bien, mejor de lo que me esperaba. Simplemente me dejé llevar por la narración y me divertí leyendo. Una de las partes más divertidas era ir comprobando lo desastroso que era el curso. A todos los niveles. No parecía que ni los profesores ni los alumnos ni las prácticas estuvieran a la altura, ni que de ahí pudieran salir buenos libreros y libreras. Hasta estaba la clase de los mejores alumnos, y los no tan buenos, que por supuesto es en el que está el grupo protagonista de esta novela.
La historia está contada en primera persona por uno de los alumnos. Podría ser el propio autor o cualquier otro, porque creo que en ningún momento dice su nombre. Es un narrador muy pasota, parece que casi nada le afecta, ni siquiera una muerte. Es capaz de hacerse amigo de todos, pero no se puede confiar realmente en él, porque se centra en sus cosas y en su propio beneficio. Y para ciertas cosas tiene una imaginación desbordante. En la novela deja claro que en los tres meses que dura el curso da tiempo a que pasen por allí muchos alumnos. Pero también hay algunos más o menos fijos como Paz, Esteban o Gerardo, cada uno con sus peculiaridades. Bueno, realmente Gerardo puede que no tenga (casi) nada que no sea peculiar. En el libro resulta gracioso, en la vida real igual sería inaguantable.
El curso tiene clases teóricas, que no parece que sean de gran provecho, y prácticas. Las prácticas más interesantes son trabajar unas jornadas en una librería (o algún sitio donde casi casualmente vendan libros). En los momentos de las librerías disfrutaba mucho más, porque, aunque todo el libro da una sensación de que el curso es una pérdida de tiempo, entonces había algo de esperanza. No solo se nota la falta de esperanza en los alumnos, porque no parece que tras el curso haya muchas salidas, por mucho que en la Academia Diderot traten de “vender” lo contrario. También los trabajadores de la academia, sobre todo Alfonsina, la directora de la academia, parecen frustrados, porque no han conseguido lo que querían o lo han perdido.
Una de las cosas que me extrañó, aparte de la posibilidad de que pueda llegar a existir un curso así y gente tan peculiar, fue el lenguaje que usa el narrador. Me parecía muy anticuado. En realidad, no solo por su forma de hablar, también por sus comportamientos, de él y del resto de personajes. Pero puede deberse a que no queda claro en qué época se desarrolla la historia (aunque el libro es de 2006) y yo pensaba que sería más o menos de ese año. O puede que de unos años antes, cuando había gran disponibilidad de cursos en el INEM. Pero cosas como llamar “Pacita” a Paz me parecía muy antiguo. Y también me sorprendió que hiciera referencia a algunas librerías reales, que igual no quedan en muy buen lugar.
¿A quién se lo recomiendo?
A los que les gusten historias sencillas, pero con humor y algunas situaciones disparatadas. Y también a los que les guste el mundo del libro y las librerías, aunque puede ser que no se entienda del todo si no conoces la jerga o cómo funciona una librería. Los que hayan hecho cursos del INEM igual se sienten algo identificados.
Ritmo de lectura
Un ritmo medio, porque no estaba enganchada, pero sí que era agradable de leer.
¿Leerías algo más del autor?
Puede ser. Ha escrito otros libros después de este, y me parece que siguen la misma línea, con personajes que son todo lo contrario a perfectos.