Sinopsis
En El faro de los libros, Adiga nos habla de la vida en la pequeña ciudad de Kittur, entre los años 1984 (asesinato de Indira Ghandi) y 1991 (asesinato de su hijo Rajiv). Brahmanes y descastados, musulmanes y cristianos pueblan sus páginas, como Xerox, un librero que fotocopia los ejemplares que va a vender y al que no le importa haber sido arrestado en 21 ocasiones porque el suyo es un oficio mejor que el de su padre, que apilaba excrementos. O Jayamma, la pequeña de ocho hijas, quien debe ponerse a trabajar porque su padre sólo tenía dinero para casar a las primeras y que acaba enganchada al pegamento y sólo se consuela con la pequeña estatua de Buda que posee.
El autor sigue sorprendiéndonos, como ya hizo con su aclamada Tigre blanco, con un humor irreverente, al mismo tiempo que ahonda en la situación de los más desfavorecidos y en la podredumbre de un país inmenso, plural y caótico.
¿Por qué me decidí a leerlo?
Por el título tan sugerente y porque el autor es de la India, y poco he leído de autores indios (por no decir que ahora mismo no recuerdo ninguno).
¿Mereció la pena?
Un libro muy duro de leer, historias cortas que se desarrollan en una pequeña ciudad de la India hace unos cuantos años. Pero me da la impresión de que mucho no ha cambiado y que en la actualidad siguen prácticamente igual, aunque poco a poco estén protestando más por las condiciones en las que viven. Sobre todo, lo que me ha resultado más duro es cómo aceptan su “destino”, más que la falta de esperanza lo que resalta es el conformismo. Y también cómo en una sociedad con tal mezcla de religiones y castas parecen incapaces de aceptarse los unos a los otros, y a no juzgar a la gente simplemente por la (mala) suerte que les tocó al nacer.
Otra cosa que me ha llamado mucho la atención es que me daba la sensación de estar «viendo» un documental, como si el autor «grabara» lo que ocurre en un tiempo determinado y luego la vida sigue, pero los lectores ya no sabemos qué pasa. Además, como en un documental en el que se destaca a las personas que han hecho algo que merece la pena ser contado, los personajes de estos relatos cortos son protagonistas porque algo quieren cambiar en sus vidas o en la de otras personas que ven peor que ellos, pero al final poco pueden hacer.
En general me ha hecho reflexionar, como por ejemplo con esta frase: “¿Sabéis cuál es la mayor diferencia entre los ricos y nosotros? Que los ricos pueden equivocarse una y otra vez. Nosotros cometemos un solo error y ya estamos listos.” La dice un hombre cuando sus compañeros se preguntan que qué hacen los ricos cuando no les gusta el plato que han pedido, en concreto un plato por 500 rupias (con comidas por 1 rupia para los pobres, queda claro que es caro y difícilmente se lo podrían permitir).
La mayor crítica que tengo es hacia la editorial, por la elección del título (que lleva a engaño, porque casi no tiene nada que ver con los libros) y por la sinopsis. Porque no avisa de que son relatos cortos y, sobre todo, por la historia de Jayamma. Ella ni se engancha al pegamento (se trata de los olores del DDT, que es un pesticida, y simplemente duerme al lado de los sacos de arroz que tienen restos) ni es budista (en el relato apela mucho a Krishna, que es uno de los dioses hindúes). Y tampoco estoy de acuerdo en destacar el humor irreverente, a mí por lo menos no me lo ha parecido.
¿A quién se lo recomiendo?
A los amantes de la India que no crean solo en la visión exótica y a los que aguanten historias duras, repletas de gente que por sobrevivir hace casi cualquier cosa.
Ritmo de lectura
Tardé como un mes, y hubiera tardado más por la dureza de los relatos y porque me cuesta leer muchas historias cortas seguidas, pero tenía que devolverlo en la biblioteca y me obligué a terminarlo porque merece la pena.
¿Leerías algo más del autor?
Tengo curiosidad por leer Tigre blanco, pero creo que tardaré bastante en leerlo.