Se titula así, observar y escuchar, porque no sabía muy bien qué título poner a esta entrada. Porque no es que seamos las típicas cotillas, ni nos gusta meternos en la vida de la gente, así que no podía poner «nos pirra cotillear». Y «cuando la gente nos llama la atención…» podía dar lugar a error, porque no es que nos lo recriminen. Nuestro secreto (in)confesable es más bien estar en un lugar, normalmente público, y fijarnos en una o más personas porque nos atraen de alguna forma. Pero cada una se fija de una forma diferente.
Observar
A Concha lo que le gusta es sentarse en un banco, en una calle concurrida (porque si no pasa nadie no funciona). Y ver pasar el mundo. Se fija en las personas que pasan, su forma de andar, con prisa o lentamente. Cómo miran a su alrededor, prestando atención o no a su entorno, a sus acompañantes… Cómo visten, cómo ríen, cómo hablan. Esta costumbre empezó en su adolescencia, cuando se sentaba con dos amigas en un banco, con un paquete de pipas y daban buena cuenta de ellas, mientras la gente pasaba. Y ellas observaban y se lo pasaban genial, como si estuvieran frente a una televisión muy real.
Otra cosa que le gusta saber a Concha es lo que va leyendo la gente en el metro, o en el autobús, o en las salas de espera del médico. Cuando se sienta alguien al lado suyo siempre intenta ver el título del libro que está leyendo, para conocer sus gustos. Hay gente que piensa que ver a alguien leyendo un libro es como si el libro te estuviera presentando a la persona, y si lee algo que te gusta puede que incluso te caiga bien. Por supuesto le sienta mal, o directamente se pone de mal humor, si llevan el libro forrado y no puede enterarse. Es curioso que yo también lo intento, pero mirando las páginas del libro, porque en algunas viene el título. Y también me molesta no enterarme.
Escuchar
En cambio, a mí lo que me interesa no es el movimiento, lo que hago es escuchar. Empecé cuando era bastante pequeña, prestando atención a lo que hablaba la gente a mi alrededor, cuando la conversación de mis padres ya me aburría. Me quedaba tan absorta escuchando, que de vez en cuando mi madre me decía en el restaurante: ¿quieres que te ponga la silla en su mesa y así oyes mejor? Pero, por supuesto, eso a mí me daba mucha vergüenza y dejaba de hacerlo (o lo intentaba).
Cuando me hice más mayor, me solía pasar en el metro. Incluso podía estar leyendo, pero de repente una conversación, probablemente demasiado alta o demasiado cercana, me distraía del libro. También empecé a darme cuenta de que tenía que disimular un poco, y no quedarme embobada, por muy interesante que fuera la conversación. No es que tuviera grandes problemas, simplemente que la gente al notar que estaban siendo escuchados paraban de hablar y me miraban. Y otra vez aparecía la vergüenza. Además, un episodio que ocurrió me convenció de que era más prudente que no se notara, por si acaso, nunca se sabe cómo puede reaccionar la gente.
Yo tendría unos 15 años y estaba apoyada en la pared final del vagón. A mi lado había una pareja, que entonces me parecían muy mayores, pero no creo que pasaran de los 45. Llevaban bebidas y estaban algo borrachos. Se notaba que eran pareja por la conversación, y me parecía bastante normal hasta que él empezó a demostrar que era muy celoso y violento. Le dijo a ella que cuidado si la volvía a ver hablando con «ese», por lo que le podía pasar al hombre. Porque él ya había estado en la cárcel por pelearse con uno y le daba igual volver. En ese momento me sentí demasiado cerca de ellos, y, aprovechando una sacudida del vagón, fingí que el movimiento me alejaba de ellos.
¿Por qué?
A mí me parece que, en el fondo, se trata de lo mismo que nos hace leer: la curiosidad. Incluso que una mire y la otra escuche puede que tenga que ver con el tipo de libros que nos gusta leer. En resumen, es querer saber más, qué hacen o quieren hacer esas personas, o qué pasa a nuestro alrededor, pero siempre con respeto y disfrutando de la diversidad. Porque si observas y/o escuchas sin juzgar, te das cuenta de que somos diferentes, pero todos igual de válidos.
Buscando una foto para la portada (que me costó mucho) encontré este libro, que me ha parecido muy recomendable. Su sinopsis cuenta lo siguiente:
La obra es una celebración de las diferentes culturas, de las diferencias físicas entre las personas, de sus estilos de vida, gustos, credos y capacidades intelectuales. A través de sus exquisitas y minuciosas ilustraciones, el autor invita a descubrir -y, sobre todo, a valorar y disfrutar- la variedad y riqueza del mundo.