Sinopsis
«Tendré que llevarte al cerro de la Virgen y tendré que decirte que eso es La Mancha y que es de esa tierra naranja de donde venimos, que ese manto de esparto que no acaba nunca es lo que eres. Tendré que explicarte lo que es un Pueblo y sabrás que el nuestro está atravesado por tres realidades: la ausencia total de relieve, el Quijote y el viento. Tendré que recordarte que eres nieto de familia postal, bisnieto de campesinos y feriantes, tataranieto de carabinero exiliado y de quincallera, y que sientas entonces que eres heredero de una raza mítica».
Ana Iris creció escuchando a sus abuelos el relato de dos mundos que se desvanecen. Unos, feriantes, quejándose de que cada vez tenían más trampas y menos perras, porque a medida que la vida se convertía en una feria —la de las vanidades—, la auténtica feria dejaba de tener sentido. Los otros abuelos, campesinos, le transmitieron el arraigo mágico de la tierra. Y fue ese abuelo el que la llevó un día a un almendro y le dijo que lo había plantado él, así que pa ella era su sombra.
Feria es una oda salvaje a una España que ya no existe, que ya no es. La que cabía en la foto que llevaba su abuelo en la cartera con un gitano a un lado y al otro un Guardia Civil. Un relato deslenguado y directo de un tiempo no tan lejano en el que importaba más que los niños disfrutaran tirando petardos que el susto que se llevasen los perros. También es una advertencia de que la infancia rural, además de respirar aire puro, es conocer la ubicación del puticlub y reírse con el tonto del pueblo. Un repaso a las grietas de la modernidad y una invitación a volver a mirar lo sagrado del mundo: la tradición, la estirpe, el habla, el territorio. Y a no olvidar que lo único que nos sostiene es, al fin, la memoria.
¿Por qué me decidí a leerlo?
He visto buenas críticas de esta novela por todas partes, en Instagram, en la prensa, en un programa cultural en televisión. Y por lo que había leído sobre él me apetecía leerlo, aunque también me daba un poco de miedo. Porque a veces hay libros a los que llegas con muchas expectativas y luego te llevas una buena decepción.
¿Mereció la pena?
Me ha encantado esta novela en la que la autora hace un precioso homenaje tanto a su gran familia como a su tierra, La Mancha, y a esa forma de ser, de hablar y de pensar de los manchegos. Porque la tierra da muchas características y las familias también nos trasladan su forma de ser y de pensar, aunque no nos guste demasiado, como era el caso de Ana Iris en su niñez y en su adolescencia. Y con un humor maravilloso y con mucha nostalgia nos cuenta cómo ha sido su vida y la de su gran familia, abuelos, padres, hermano, tíos y primos, hablándonos como esa niña de pueblo que fue, aunque no quería serlo.
Lo que más me ha gustado del libro ha sido su humor. Lo he leído casi todo el tiempo con una sonrisa en la boca, incluso en momentos en que el hecho que acontecía era triste, como la muerte de alguien, pero lo sabe contar con mucha ironía y con un humor muy fino. Lo segundo que más me ha gustado de la novela es el lenguaje coloquial que utiliza. Eso lo hace un libro muy ágil y espontáneo, tierno, y le da mucha más credibilidad a la historia. Y la tercera cosa que más me ha gustado ha sido la cantidad de referentes culturales que utiliza durante toda la novela.
Un gran homenaje a esos abuelos feriantes; a los otros abuelos campesinos; a esos padres que con treinta años ya tenían hijos, trabajos fijos y chalés adosados; a los amigos y a los primos que han formado la mejor parte de sus vivencias; y sobre todo a La Mancha, que para ella era lo peor de lo peor. Ella quería vivir en Madrid, que era más fino. Pero el tiempo le ha enseñado que fue su principio y ahora ya no reniega de su tierra, la ama tanto como a su familia. Y ya de paso también le hace un homenaje al posible hijo que tendrá y al que enseñará todo esto que nos cuenta a nosotros de su familia y de La Mancha.
Y de paso es una crítica a esa España vaciada que ya no es como era. Un tiempo que transcurría hace muy poco, porque la autora es muy joven, y donde lo que entonces se veía bien, seguramente ahora recibiría más de una crítica e incluso se vería muy mal. Donde a los niños no se les metía en peceras para que no sufrieran. Todo lo contrario, se enteraban de todo lo que ocurría a su alrededor, a pesar de que algunas cosas incluso no las entendían. Una crítica a la modernidad que hace que los pueblos quieran parecerse más a las ciudades y pierdan sus características y su forma de vivir y nos aliena un poco a todos. Y, sobre todo, un intento de que volvamos a mirar a las tradiciones, el habla y la tierra, y a guardar la memoria de nuestros familiares.
¿A quién se lo recomiendo?
Primero a los manchegos, porque os va a encantar leer una novela en la que se habla como lo hace vuestra familia y vosotros mismos, así como recordar costumbres que tendrían en vuestros pueblos o ciudades no hace mucho tiempo.
A los que os gusten leer las óperas primas de los novelistas, porque Ana Iris Simón ha escrito su primera novela, pero habrá que estar muy pendiente de ella para las próximas.
A los que os gusten las novelas con mucho humor, pero también con mucha nostalgia de tiempos cercanos que van desapareciendo cuando mueren nuestros mayores.
Ritmo de lectura
Rápido.
¿Leerías algo más de la autora?
Voy a seguir muy de cerca a la autora.