Sinopsis
Mitsuko tiene una librería de lance especializada en obras filosóficas. Allí pasa los días serenamente con su madre y Tarô, su hijo sordomudo. Cada viernes por la noche, sin embargo, se convierte en camarera en un bar de alterne de alta gama. Este trabajo le permite asegurarse su independencia económica, y aprecia sus charlas con los intelectuales que frecuentan el establecimiento. Un día, una mujer distinguida entra a la tienda acompañada por su hija pequeña. Los niños se sienten inmediatamente atraídos entre ellos. Ante la insistencia de la señora y por complacer a Tarô, a pesar de que normalmente evita hacer amistades, Mitsuko aceptará volver a verlos. Este encuentro podría poner en peligro el equilibrio de su familia. Aki Shimazaki sondea aquí la naturaleza del amor maternal. Con gran sutileza, cuestiona la fibra y la fuerza de los lazos.
Aki Shimazaki (Gifu, Japón, 1954). Novelista y traductora canadiense de origen japonés. Se mudó a Canadá en 1981, y ha vivido en Vancouver y Toronto. Actualmente vive en Montreal, donde enseña japonés. Escribe y publica sus novelas en francés desde 1991. Su segunda novela, Hamaguri, ganó el Premio Ringuet en 2000. Su cuarto libro, Wasurenagusa, recibió el Premio Literario Canadá-Japón en 2002, y su quinta obra, Hotaru, el Premio Gobernador General 2005 de ficción en lengua francesa. Sus libros han sido traducidos al inglés, japonés, alemán, húngaro y ruso.
¿Por qué me decidí a leerlo?
Vi el título en la lista que publicó La pecera de Raquel para su #Reto20Pecera, porque sirve como «libro ambientado en Japón anfitrión de los JJOO 2020». Como siempre me gusta leer sobre librerías decidí leerlo, sin prestar atención a la sinopsis.
¿Mereció la pena?
Sí, ha sido interesante leerlo, aunque me esperaba una historia más centrada en una librería. Con el título original, que hace referencia a una planta, no habría tenido esas expectativas, y creo que tampoco si me hubiera leído la sinopsis, que me parece que desvela algunas cosas que mejor sería descubrir al ir leyendo. La protagonista, Mitsuko, podría haber tenido cualquier otro tipo de tienda y haberle puesto el mismo nombre, aunque sí que es verdad que es una gran lectora y que ese era su sueño, tener una librería. No sabemos casi ni cómo la montó ni qué problemas le da, pero queda claro que no es suficiente lo que gana con ella, porque necesita conseguir dinero de otra forma para poder mantenerse. Y también en la librería se produce un encuentro fundamental en la historia. Pero es mucho más importante el pasado, cuando no tenía la librería.
La historia aparentemente es muy sencilla, pero según avanza va sorprendiendo. Y eso me gustó, porque me encanta que me sorprendan y no leer historias demasiado predecibles. En algunos momentos sí que me imaginaba lo que iba a pasar, pero en otros casi podría decir que me dejaba boquiabierta. Lo que no me convenció mucho es que hubiese tantas casualidades, pero no puedo contar nada porque sería destripar la historia. Y también reconozco que una situación del final me puso muy triste, y eso hizo que el final me gustara un poco menos, aunque por lo demás me gustó. También me hice un poco de lío por el tema de la escritura en japonés, porque una misma palabra según se escriba en kanji (símbolos o ideogramas) o en hiragama (escritura silábica) significa algo distinto. Por ejemplo, el nombre de la librería, que es Kitô. Y puede significar «oración» o bien «hôzuki«, que es la palabra japonesa para la planta Physalis. Mitsuko le puso el nombre por la planta, pero su madre, que es católica, presupone que significa oración, y la mayoría de los clientes creen que es el apellido de la librera.
Mitsuko es la que nos narra la historia, en primera persona del presente para lo que le sucede en la actualidad, y en pasado para cuando cuenta, poco a poco, partes de su pasado y cómo llegó a tener a su hijo, Tarô, que tiene casi siete años. O cómo encontró a su gato Sócrates y por qué le puso ese nombre. Pero lo principal es la relación con su hijo, que es sordomudo. Y, además, mestizo, porque el padre es occidental. Esas dos características llaman mucho la atención, y puede sufrir discriminación por las dos, pero mucho más por ser mestizo. Reconozco que la mentalidad japonesa siempre me descoloca, probablemente porque no estoy acostumbrada y leo muy poca literatura asiática. Y con esta protagonista más, porque me costaba mucho conectar con ella, incluso cuando ya finalmente se entiende por qué actúa como actúa. Pero me parecía bastante fría y que se tomaba ciertas cosas con una serenidad asombrosa.
Lo que sí que me gustó de ella fue su forma de tratar y educar a su hijo, porque, aunque no le cuenta absolutamente todo, sí que trata de que comprenda ciertas situaciones de la vida sin mentirle ni edulcorar excesivamente lo que pasa. El niño me pareció un encanto, al igual que otra niña, Hanako, de la que se hace amigo. También son importantes la madre de Mitsuko, que la ayuda con el niño y la librería, y la señora Sato, la madre de Hanako, que también me sorprendió. El resto de los personajes, como los vecinos aficionados a la librería, el marido de la señora Sato, o los amantes de Mitsuko, son muy secundarios, intervienen muy poco o prácticamente solo se les nombra, pero tampoco son necesarios en la historia, porque sobre todo está centrada en las relaciones entre las madres y sus hijos o hijas.
¿A quién se lo recomiendo?
A quien quiera leer una historia sobre la maternidad en Japón, y también conocer algunas de sus costumbres, e incluso entender un poco lo complicada que puede ser la lectura en japonés.
Ritmo de lectura
Un ritmo medio, pero como es un libro bastante cortito no tardé mucho en llegar al final.
¿Leerías algo más de la autora?
No lo descarto.