Sinopsis
Imagine un futuro sin pasado, una época sin memoria, un estado en el que no tiene cabida la nacionalidad, la ascendencia, la tradición, el idioma o la historia. En lugar de países hay compañías multinacionales y sus habitantes son los empleados. Los libros, los mapas y la cultura están prohibidos.
Del gobierno de este mundo se encarga la Federación, un sistema sumamente organizado de compañías, una red de empresas, cada cual responsable de la producción y el mantenimiento de un producto en concreto. Pero en alguna parte, un grupo clandestino pugna por preservar el pasado y recuperar la cultura y los libros.
Cuando la joven Jephzat que hasta este momento desconocía la existencia de la organización, entra en contacto con Homer, vinculado a este grupo de insurgentes dispuestos a rebelarse contra el orden establecido, conocerá por fin los libros y desarrollará sus ansias de justicia y libertad.
Entre el amor por su hermana traidora y la lealtad a su pueblo, Jephzat deberá tomar decisiones determinantes para su propia vida y la de los suyos.
¿Por qué me decidí a leerlo?
Por el título, porque no entendía qué pueden tener de especial unos lectores de un país concreto, o con las aceitunas… Cuando vi que era una distopía casi no lo leo, pero uno de sus reclamos era: «La ecología, la escasez de agua y la lectura son las claves de esta novela ambientada en un inquietante futuro». Y como es poco frecuente encontrar libros con tramas ecologistas me decidí a leerlo.
¿Mereció la pena?
Me han gustado mucho algunas cosas, pero otras no tanto. Lo mejor ha sido encontrar una novela donde se trata el tema del futuro de la humanidad desde un punto de vista bastante original. Tampoco es que yo sea una experta en ciencia ficción y distopías, ni mucho menos, pero me ha parecido original que no sea un futuro lleno de alta tecnología, robots, etc. Me ha gustado la parte del ecologismo, y que refleje bastante bien lo importante que es el agua, y lo que podría pasar si hubiera escasez y alguien monopolizara su producción. Porque el mundo que se imagina la autora es un mundo globalizado a lo bestia, dividiendo a los distintos territorios por lo que producen (aceitunas o agua), pero al mismo tiempo intentando borrar todo el pasado. Por eso no pueden leer, porque en los libros descubrirían cómo era el mundo antes (aunque personalmente creo que con los libros también se podría manipular).
Al principio no me parecía un mundo futurista, aunque sí extraño. No me extrañaba que no tuvieran libros ni los echaran de menos, porque me parece que es bastante frecuente que en las historias ningún personaje se acerque a un libro (están ocupados con otras cosas, como arreglar o salvar sus vidas o el mundo). Incluso podría parecer que más que en el futuro estuvieran en un pasado lejano, porque viven en una sociedad tranquila, sin grandes lujos ni avances, pescando y dedicándose a las aceitunas, con algunas supersticiones… Y me pareció que la historia avanzaba lentamente. También me pareció un poco confuso, hasta que poco a poco se va aclarando en qué tipo de futuro viven y qué ha pasado con los libros. Ahí me empezó a enganchar la historia.
Y cuando me estaba gustando descubrir cómo era la sociedad y cómo se había organizado la resistencia, de repente se produce un gran cambio en la narración. Y todo lo que era lento y pausado, se convierte en algo que avanza sin parar, hasta un desenlace que me pareció demasiado épico y típico en el género de la fantasía, con herederos y profecías. Al final del libro la autora explica que tardó dieciocho años en escribir la primera parte, y dos meses la segunda, para poder mandar la historia a un concurso. Y creo que eso se nota, que pasa de una historia más meditada a otra en la que quiere contar muchas cosas en poco tiempo (o pocas páginas).
El libro no tiene demasiados personajes, pero sí que tienen relaciones bastante complejas. Jephzat, la protagonista, a veces parece una simple observadora y que lo único que hace es dejarse llevar, porque no paran de guiarla, y, a veces, elegir. Hephzibah, la hermana, me cayó bastante mal, pero me pareció muy buen personaje, que anima la trama y toma sus propias decisiones. Homer me pareció un poco desaprovechado, y Sengita creo que era imprescindible, porque por edad y conocimientos es como un nexo entre pasado y presente. Me llamaron mucho la atención los nombres de los personajes, de orígenes muy distintos: Jephzat, Hephzibah, Dolores (que es la madre de las dos hermanas), Homer, Joachim, Maya… Al final pensé que podía deberse al hecho de haber tenido que borrar su pasado y orígenes, porque la falta de raíces o de una cultura propia influiría incluso en poner nombres a los descendientes.
¿A quién se lo recomiendo?
A los que quieran saber cómo podría evolucionar el mundo si el agua fuera un bien muy escaso o cómo podría ser la sociedad si se borrara todo nuestro pasado.
Ritmo de lectura
No muy rápido, salvo en algunas partes que me parecían más interesantes.
¿Leerías algo más de la autora?
Creo que no tiene nada más publicado, pero en principio no lo descarto.